No estoy solo.

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(POV KUROKO)

Desperté por el ruido de algo golpeando el suelo y una voz familiar resonando por los pasillos, como si estuviera reprendiendo a alguien. Una diáfana sonrisa apareció en mi rostro aún con los ojos cerrados, podría reconocer el tono de su voz aún dormido, Aomine estaba renegando.

Los últimos días había sido una tortura despertar y regresar a la realidad, dormía muy poco y siempre que lo lograba me atacaban las pesadillas, aunque a estas alturas, no existía mucha diferencia entre estar despierto o dormido. Sin embargo, hoy tenía una pequeña chispa por levantarme y enfrentar un nuevo día. Algo curioso, ¿verdad? La forma en que una sola persona es capaz de alentarte para recuperar un poco de valor. Mi caída directa al abismo había sido detenida por la luz del moreno.

Un segundo golpe sonó contra el suelo y esta vez una tercera voz se unió al bullicio.

—¡Takao!

Abrí los ojos al reconocer la voz de Midorima. ¿Qué hacían ellos aquí?

Tardé un momento en recordar lo que había conversado con Aomine la anterior noche y reponerme de la sorpresa para sumergirme en la tristeza. Ya todos sabían que había fallado con mi equipo y el baloncesto. No tenía valor para verlos después de haber presumido tanto de la importancia del compañerismo, y tampoco quería ser visto con este aspecto tan patético que tenía. Abracé mis rodillas hasta hacerme un ovillo bajo las frazadas, solo fingiría dormir hasta que se fueran.

El ruido seguía escuchándose, pero esta vez una risa sobresalió por encima de todo, seguramente era Takao que había vuelto hacer de las suyas. ¿Se encontraría bien? ¿Midorima no estaría siendo muy duro con él? Por supuesto que no, a su curiosa forma él siempre andaba cuidando del pelinegro.

Me sorprendí a mí mismo queriendo verlos, quería saber qué era lo que andaban haciendo para tener renegando al peliazul. Lo más silenciosamente que pude me deslice de la cama y salí de la habitación como si fuera un fantasma, sin hacer ningún tipo de ruido.

El olor de la comida me llegó en cuanto empecé a caminar por el pasillo y mi estómago gruñó en respuesta. ¡Tenía hambre! Después de todo lo que había comido ayer y mi ausencia de apetito estaba seguro de no querer comer hasta la próxima cena, pero aquí estaba, siguiendo el aroma de hotcakes recién preparados.

La puerta de la cocina se encontraba entreabierta y me asomé por ella encontrando una curiosa escena. Takao parecía estar a cargo de la cocina, moviendo la sartén con destreza mientras daba indicaciones a un muy concentrado Midorima que tenía harina hasta en los lentes. Siempre había sospechado de las habilidades culinarias del peliverde, pero nunca tuvimos oportunidad de ponerlo a prueba.

—Creo que ya son suficientes —comentó el de lentes viendo una bandeja casi llena de hotcakes preparados—. Kuroko no come tanto.

—¿Estás seguro? —inquirió el otro dando la vuelta a la sartén.

—Creo que Aomine kun se comería todo eso él solo —les corregí.

Dos segundos fue todo lo que se necesitó para que Takao abandonara la sartén y dejara escapar un grito. Su cuerpo había saltado como un resorte y su mano se aferraba a su pecho. Tal como había sospechado ninguno de los dos se había percatado de mi presencia.

—Buenos días, disculpen el haberlos asustado —hice una reverencia hacia ambos.

—Ah, no importa, suelo distraerme mucho al cocinar —respondió Takao tras tomar una larga inspiración, imagino para terminar de recuperarse del susto—. ¡Rayos, los hotcakes!

Igual que hace un momento volvió a saltar, esta vez rumbo a la sartén que empezaba a desprender un suave olor a quemado. El sentido de culpa empezó a crecer en mi pecho.

Shadow (Aokuro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora