Caos en el club.

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(POV KUROKO)

—¡¿QUÉ?!

Estaba seguro de que el grito colectivo debía haber sido escuchado fácilmente por los alumnos que se encontraban cerca. El pánico en la voz de cada uno, el desconcierto y la negación podían sentirse en aquella única palabra que aún parecía vibrar en el aire y del cual parecía mantenerse ajena la pelirrosa.

—Oi, Satsuki, ¿de qué va esta broma? —Aomine fue el primero en reaccionar, empleando un tono fastidiado al adelantarse un paso.

—No es una broma, Aomine kun —protesto con las mejillas hinchadas en un mohín—. Mira, aquí está anotado.

Extendió hacia nosotros la hoja dónde respaldaba sus palabras, pero el peliazul no se tomó la molestia de aceptarla.

—Déjame ver eso, Momoi —pidió Wakamatsu, tomando el papel para ir leyendo cuidadosamente lo que traía escrito—. Realmente estamos inscritos con esa actividad...

Parecía notablemente cansado, una de sus manos se había alzado hasta despeinar sus cabellos y sus hombros cayeron exhalando un suspiro resignado. Cada vez, me quedaba más en claro que ser capitán de este equipo requería grandes dosis de paciencia y fuerza de voluntad para no caer en el caos que, empezaba a formarse alrededor.

—Pienso que nos irá muy bien —explicó la pelirrosa—. La popularidad del club ha crecido y muchas chicas están interesadas.

—Ni pienses que voy a participar en esta tontería, Satsuki —advirtió el moreno.

—Nosotros tampoco queremos participar —susurraron los hermanos a mi lado, respaldando aquello que muchos sentían.

Poco a poco el ambiente fue cargándose en lo que, podía ser definido como la liberación del caos. Las expresiones de desconcierto e incredulidad danzaban por cada uno de los rostros de los presentes. Algunos murmullaban entre ellos, mientras que otros observaban al impactado capitán como si desearan alguna explicación suya. Los gemelos a mi lado se habían adelantado hasta poder leer el documento que aún sostenía Wakamatsu, pero al final el más descontento con toda la situación, era Aomine.

Las protestas empezaron hacerse más audibles conforme pasaba el tiempo y para sorpresa de muchos, algunos empezaron a salir en defensa de su mánager. Pronto me encontré presenciando una batalla, donde Aomine lideraba la resistencia y Wakamatsu tomaba el papel del bando contrario, defendiendo la idea como una buena fuente de ingresos.

Observé todo por unos minutos, esperando el momento en que toda aquella energía me contagiara de los mismos ánimos, pero lejos de sentirme parte del grupo empecé a sentirme ajeno a todo. Estaban frente a mí, discutiendo a solo un metro de dónde me encontraba y aun así me sentía como si solo fuera un espectador del que nadie se percataba y nada podía hacer. El pensamiento retorció mi estómago, recordándome amargamente que precisamente eso era. A pesar de haber disfrutado de la bienvenida y las interacciones que había tenido con algunos, nada cambiaba el hecho de que no era parte de ellos.

—Ciertamente el premio de la escuela nos vendría bastante bien —alegó Wakamatsu, respondiendo alguna pregunta que no alcancé a escuchar.

—¿Estás loco? Si tú quieres ir sirviéndole copas a un grupo de niñas es tu problema, pero no me arrastres —gruñó Aomine, desafiándolo con la mirada.

La tensión entre ellos era palpable, tan fina que parecía lista para estallar al mínimo movimiento en falso que uno hiciera.

—¿Por culpa de quién crees que necesitamos el dinero? ¿Quién es el tonto que va rompiendo aros a cada rato?

El acusado le restó importancia al asunto agitando su mano en el aire antes de volver a encarar al mayor, e internamente no pude evitar preguntarme por la cantidad de aros rotos.

Shadow (Aokuro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora