Shadow (Aokuro)

Quiebre.

(POV KUROKO)

3:00 a.m.

Me encontraba sentado sobre la cama abrazando mis rodillas mientras perdía la vista en la calle vacía a un lado de mi casa. Desde el momento en que entendí las reglas del nuevo juego de Haruo me fue imposible dormir, la opresión en mi pecho acompañada de un continuo escalofrío, me mantenían alerta al mínimo sonido.

Tenía un plan temporal, era pequeño y riesgoso, pero era lo único que había atravesado mi mente en cuánto deseé un lugar seguro donde poder refugiarme. Arrastré la mirada por mi habitación hasta encontrar la pequeña maleta que ya tenía armada y la polera negra del moreno que descansaba sobre ella. ¿Se sorprendería al verme llegar?

3:15 a.m.

El tiempo pasaba demasiado lento y mis nervios volvían alterarse, quedarme más tiempo en esta casa; donde el rubio podía encontrarme con suma facilidad, me hacían sentir más vulnerable que nunca. Nuevamente mi respiración empezaba agitarse junto al latir de mi pecho, en cualquier momento empezaría a hiperventilar. A estas alturas ya había perdido la cuenta de todas las veces que se me había ido la respiración.

3:30 a.m.

Mis padres se habían despertado para terminar de preparar sus cosas y partir en su viaje de trabajo. Era consciente de lo mucho que habían intentado cancelarlo para quedarse a mi lado, pero yo mismo les había instado a irse, asegurándoles que me encontraría bien. Los vi dudar y observarse inseguros, entonces prometí ir a casa de algún amigo durante su ausencia. Eso al menos, los dejó más tranquilos.

Escuché los ruidos en la casa por unos 10 minutos hasta que la puerta que daba hacia la calle se cerró y el silencio absoluto volvió a invadir todo.

3:45 a.m.

Caminaba en círculos por mi habitación incapaz de permanecer quieto por más tiempo. Aún era muy temprano, pero mientras más me acercara a la hora en que saldría el sol, todo sería más peligroso. Tenía la ridícula idea de que Haruo podía estar enterado del viaje de mis progenitores, y si era el caso, ahora mismo me encontraba en sus manos.

Dirigí una última mirada al reloj que solo había avanzado un minuto.

—No puedo seguir aquí.

Corrí hacia el baño con todas las luces apagadas, odiaba la oscuridad pero no me atrevía a encender las luces. Me di una ducha rápida con el agua fría congelando cada parte de mi cuerpo y salí caminando a tientas poniéndome lo primero que encontré; un jean oscuro, una camiseta gris y la polera de Aomine.

A las 4 de la madrugada ya me encontraba abandonando mi hogar por la puerta trasera con la maleta cruzada en el hombro y la capucha de la polera tapando mi rostro junto al cabello aún mojado.

Fuera de mi casa me sentía más expuesto que antes, me detenía con cada ruido que escuchaba y observaba constantemente sobre mi hombro para asegurarme que nadie me estuviera siguiendo. Las calles aún se encontraban desiertas y las luces de las casas apagadas, cada cierto tiempo algún carro pasaba, y yo me apegaba a la pared más cercana, con el corazón latiendo asustado hasta confirmar que no se trataba de uno de los vehículos del rubio.

Era la presa de un cruel juego de cacería, sin saber por dónde aparecería mi cazador.

Llegué al edificio dónde vivía el moreno después de unos eternos 35 minutos, aún faltaba una hora para que amaneciera y la oscuridad seguía predominando sobre todos, a excepción del pequeño puesto donde se encontraba el vigilante del edificio.

—Buenos días —saludé lo más educadamente posible.

El hombre observó confundido de un lado a otro hasta lograr encontrarme.