Mi historia (Parte II)

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(POV AKIO)

Volver a clases fue una cuestión de necesidad más que de voluntad propia. Si hubiera sido por nosotros preferíamos quedarnos encerrados en casa, pero ya no teníamos casa y el nuevo departamento si bien era pequeño, nos ahogaba lentamente.

Las habitaciones nuevas, las paredes blancas y los vecinos que aprovechaban cualquier mínima oportunidad para preguntar sobre nuestros padres eran algo con lo que no sabíamos cómo lidiar. Las pocas cajas con nuestras cosas permanecían selladas en una esquina. Teníamos una mesa con dos sillas donde debía ser la cocina y un par de futones, siendo lo único que nos molestamos en acomodar.

Habíamos pasado los pocos días que asistimos al instituto persiguiendo a Aomine para desafiarlo y ahora que nos habría venido bien tener algún amigo al cual llamar, entendíamos que nuestra agenda telefónica estaba vacía. ¿Siquiera recordábamos el nombre de algún compañero?

—Esto apesta —mascullé algunas veces, tirado en el suelo con la mirada perdida en el techo y mi hermano al lado.

No me sentía solo, tenía a Eita y él me tenía a mí. Aun así, las ganas de llorar no dejaban de cerrarme la garganta conforme la sensación de abandono se cernía sobre nosotros.

Permanecimos de aquella forma un par de días, moviéndonos solo para ir a la tienda en busca de comida. En una de esas breves salidas nos vimos acorralados por algunas señoras y la lluvia de preguntas, no tardó en caernos encima.

Estaba harto de ellos y sus fingidas expresiones de preocupación.

—Están muertos —fue mi escueta respuesta, apoyando la mano en el hombro de Eita para guiarlo de regreso a casa.

Ignoramos los rostros sorprendidos, las miradas de lástima y los murmullos que se alzaron a nuestro alrededor.

—Quizás debamos regresar a clases... —murmuró él en cuanto llegamos al departamento.

Su cabeza gacha y sus manos temblando reflejaban como luchaba por no desmoronarse.

No me hacía gracia tener que verme rodeado por compañeros igual de curiosos, pero tampoco podíamos continuar de esta manera, consumiéndonos lentamente.

—Será mejor que seguir viendo la misma pared.

Al día siguiente, volvimos a ponernos el uniforme.

Opuesto a todo lo que había esperado, pocas personas se dieron cuenta de nuestra ausencia. Sus miradas curiosas me daban una excusa para distraer mis pensamientos en planes de escape, el bullicio de los recesos impedía que recordara el silencio del departamento y las clases eran como un zumbido al que no prestaba atención.

Permanecimos en esa especie de limbo por unos cuántos días hasta que, sin previo aviso, él apareció en la puerta de nuestro salón.

Traía el ceño fruncido como recordaba, el cabello azul revuelto y la boca abierta en un amplio bostezo. Nuestras compañeras dejaron escapar unas risas nerviosas, los chicos algunos comentarios de sorpresa y nosotros, nosotros solo pudimos intercambiar una mirada antes de escucharlo.

—Oigan, mocosos —nos llamó, señalándonos con uno de los emparedados que traía en la mano—. Vengan conmigo.

Ahora que lo pienso, debíamos traer una estúpida mueca de asombro mientras permanecíamos congelados en nuestro asiento, demorando una eternidad en asimilar que Aomine Daiki nos buscaba.

—¿Acaso no me escucharon? Les dije que vengan —elevó su voz en un tono enojado, lanzando dos emparedados en nuestra dirección como si fueran un par de proyectiles—. No me hagan repetirlo.

Shadow (Aokuro)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora