Capítulo 9

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Humberto

Calada, zambombazo

Arizona, Phoenix

—Sácala por la salida de emergencia —Le ordeno a Rick, el dominicano. Él sostiene entre sus brazos a Thalía que yace desfallecida, y yo por otro lado, salgo del lugar apresurando el paso para traer el auto y llevarla hasta su destino.

—Te espero afuera.

No quiero levantar sospechas o crear un escándalo. Este lugar tiene totalmente prohibido el uso de sustancias psicoactivas, es por eso que necesito llevarla por la puerta trasera. Thalía empezó a convulsionar y sé que harán preguntas las cuales no estoy dispuesto a responder.

Entro en el estacionamiento del bar y ubico el Maseratti a unos metros. Doy grandes zancadas hasta llegar a él, busco la llave en uno de mis bolsillos. Me subo en el auto y piso duro el acelerador hasta hacer rechinar las llantas.

—Súbela rápido. —Mira dudoso— Muévete, no tengo tiempo.

— ¿Qué harás con ella? —Pregunta con desconfianza mientras la sube en la parte trasera del auto.

No voy a responder su pregunta, no tengo que darle explicaciones de lo que haga o no con ella.

—Cierra la puerta o te vuelo la cabeza —Somos prácticamente del mismo bando, pero yo aquí soy el jefe y él es un simple distribuidor; por lo tanto, soy yo quien debería hacerlas preguntas, no él.

Obedece y cierra la puerta.

Ver a Thalía en ese estado es tan placentero; aunque pensé que reaccionaría mejor a todo lo que le ofrecí, pero me ha decepcionado.

Nada como el alcohol y las drogas para acabar con las penas de una chiquilla afligida y tan vulnerable. Cuando se la ofrecí , al comienzo lo dudó, pero la aceptó igualmente. Ahora está tan metida en este mundo que estoy completamente seguro de que no podrá salir tan fácilmente. Es tan excitante escucharla pidiendo más desesperada, ella es tan insaciable y eso me encanta.

Thalía es ese tipo de chica frágil que no sabe hacerle frente a las adversidades de la vida, en comparación, su amiga es fuerte y persistente. La llegada de su padre y la desaparición de su amiga, eso la desestabilizó por completo.

Con la mirada fija puesta en la autopista, piso con fuerza el acelerador y aumentó la velocidad. No puedo perderla aún, mi juego no hace nada más que empezar; cuando ya no me sirva la desecharé.

La llevaré al hospital central, allí le darán todas las atenciones requeridas, por otro lado, yo veré cómo hago para llegar y pasar desapercibido. Sé que si llego con ella en ese estado harán muchas preguntas y me pueden responsabilizar por la adquisición de sustancias ilegales.

Diez minutos más tarde, he llegado al hospital, veo mi reloj y marca las 10:43 de la noche. Dejo el auto en el estacionamiento, un poco más cerca a la entrada de emergencia.

Giro la cabeza y veo el cuerpo de Thalía inconsciente en el asiento; acerco mi mano a la suya y todavía tiene pulso, pero es muy débil.

Observo todo el lugar y mi mirada se posa en un chico y una chica que van saliendo de emergencia. Busco dentro del carro el polo de mangas largas, los dos pares de guantes y el pasamontaña, todo esto es necesario, no puedo ser reconocido porque después tengo que jugar el papel del buen amigo.

Los veo dirigirse a una moto, corro hacia ellos antes de que se marchen. Empuño mi Glock y me detengo delante de ellos.

—Bajen —Exijo mientras les apunto— dije que bajen —Pongo la voz áspera.

Némesis InquebrantableDonde viven las historias. Descúbrelo ahora