Operación

104 5 3
                                    

Había entrado una vez en mi vida al quirófano antes de aquella vez. Fue por un quiste en el brazo. Tenía doce años... Y mis primos me habían hecho creer que vendría un cura a darme la extremaunción por si me moría. También me habían dicho que me quedaría una cicatriz gigantesca en el brazo y todo el mundo pensaría que había estado en la cárcel. Me trate de escapar del hospital. Bueno, realmente me escondí en el área de neonatos mirando bebes. Pero yo me sentí una chunga. Al final me encontraron, obviamente, y me llevaron hasta la habitación.

Sabía que un quiste no tiene ni punto de comparación con una operación como la de esta ocasión. Si pudiera elegir pediría que me operaran veinte quistes antes que aquello. Y permitiría que vinieran todos los curas que les diera la gana a darme la extremaunción, confirmarme, bautizarme y darme la orden sacramental si era necesario.

Mi hermana había hecho pellas para estar conmigo. Tenía un compañero en clase que sabia falsificar firmas a la perfección y muy caballerosamente, había accedido a falsificar la de mi padre para justificar su ausencia a clase.

Por lo visto empezaban desde pequeñitos a ser delincuentes... ¿Sabrían Yago y Hugo falsificar firmas?

Hugo era casi seguro que no. Había visto su letra de cavernícola y el pobre tenía la caligrafía de un orangután.

-¿No estarás pensando en escaparte cierto? -pregunto Alexia desde el regazo de Rafael-. No llegarías muy lejos...

La mire con reproche. Llevaban en mi habitación desde las 7 de la mañana. Isa sentada en mi cama y Alexia alternando desde la mesa al regazo de Rafael.

-Veréis cuando vuelva a caminar. Más os valdrá empezar a correr.

Llamaron a la puerta y Celeste entró con una caja.

-Un regalito para la paciente.

Isa y Alexia intercambiaron una mirada cómplice y dijeron a la vez.

-¡Hugo!

Rafael entornó los ojos y desembarazándose de Alexia cogió la caja y la puso sobre mí.

-Ese tipo hace que yo parezca un patán. No me gusta para ti.

-Ya podrías tú regalarme algo bonito...- dijo Alexia.

- Uy, ¿y salir a la calle a arriesgarme a morir contrayendo alguna enfermedad con lo débil que esta mi cuerpo? Que mala eres...

-Cuando lo hacéis no estás tan débil ¿no?- preguntó Isa.

-¡Isabel!- le reproché.

-¿Qué? Es cierto –se defendió ella prestando súbitamente una gran atención a sus uñas rosas.

-Sí, la pequeña me ha cazado -afirmó riendo Rafael.

 Comencé a rasgar el papel  descuidadamente. La caja era de zapatos. Unos  Manolos.Las chicas me miraban boquiabiertas. No me atrevía casi a abrir la caja. Pero retire la tapa con cuidado. Unos preciosos zapatos negros de tacón, con decoraciones en dorado que simulaban un entramado de flores.

-Este chico es... -empezó Alexia, pero unos golpes en la puerta la interrumpieron.

Yago y Hugo entraban por la puerta, sonrientes. Hugo con un gigantesco peluche de oso panda y Yago con un ramo de hibiscos.

-Son de Hugo, las flores digo - puntualizó Yago mirándome.

-Jolín Hugo...yo también quiero que me operen para que me regales todo esto - empezó Isa- Un peluche, flores y zapatos caros...

-¿Zapatos? - preguntó el.

-Estos -dije yo señalando la caja sobre mí.

Los dos hermanos se asomaron a mirar la caja.

Salvada.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora