La muerte se reía del príncipe, se mofaba en cada intento fallido que tenía, en cada momento que enfrentaba a la vida infructuosa que lo acechaba cada día que perdía el desafío que se imponía. No podía huir, no podía abandonar y escabullirse de aquello que su alma entera le pedía, le exigía el poder de su raza, el verdadero potencial de la misma. Luchar contra los fallos era una resistencia en solitario, una pelea constante donde debía hacer cenizas el día pasado y acudir al nuevo día emocionado para mantenerse vivo en la flama de la batalla, con la sangre acelerada, con el corazón pulsando sin parar hasta que el entrenamiento concluía, y así repetirlo una y otra vez. Pero la vida fuera de la batalla sí tenía sus frutos, uno en particular hacía que su sangre volviera a acelerarse convirtiéndose en una tentación irresistible, era la mujer humana que pasaba por su peculiar metamorfosis para otorgarle a su primer descendiente, a su lado olvidaba la adicción a la guerra, a su lado podía dormir o dejar que la deseosa sed se saciara. Así fue aislándose más y más de absolutamente todo. Más allá de los muros de la corporación el mundo era invisible, el universo estaba ausente, sus adversarios carecían de forma, rostro o nombre. Solo existía lo importante, el poder, la mujer y su heredero, afuera habitaba la nada.
La desconfianza es un arma mortal, sobre todo si está basada en la propia experiencia, y Bulma tuvo demasiado sobre el tema. Ahora esa memoria quemaba igual que una vela derretida, gota a gota la sobresaltaba. La doctora vino a revisarla de rutina y al verse con Panchy casi no pudo contener la curiosidad de preguntar por la pareja de la muy embarazada Bulma. Esto hizo saltar inmediatamente los celos. Hubiera provocado una escena pero al levantarse torpemente de la silla golpeó la rodilla contra una mesa. El dolor le dio tiempo para reflexionar. Era obvio que el tema saliera cada vez más, entre los doctores, el sastre o el decorador de interiores, todos debían morirse por preguntar quién era el hombre que había conseguido el corazón de una soltera tan cotizada. Casi era una suerte que el padre estuviera escondido en su propio espacio. Que largos se tornaban esos días, pasando las hojas de los catálogos de colores para la nueva habitación, leyendo libros sobre la maternidad, eligiendo ropa que no le gustaba, absteniéndose de ir al salón de belleza o llamar a un estilista, era imposible que alguno resistiera la tentación de proclamar a los cuatro vientos la buena noticia. Con la mayoría de su trabajo puesto en pausa indefinidamente tenía tiempo para pensar hasta en el detalle más absurdo.
Cada mañana se presentaba como un reto para la ojiazul. Levantarse y sentir que llevaba una tonelada extra no le ponía en el mejor humor. Y para peor, el hombre que dormía a su lado pasaba por el extremo opuesto, cada mañana que lo veía retirar las sábanas de su cuerpo descubría impunemente cada músculo bien labrado, un desfile de atractivo se paseaba frente a sus ojos con rumbo al baño. Ella en cambio se cubría cada vez más. Su cabello despeinado no debía ser atrayente, tampoco su rostro sin lavar y sin maquillar. Apenada se escondía bajo una bata enorme que anudaba con dificultad. Pero nada podía defenderla del ímpetu de un saiyajin. Todo comenzó una mañana cualquiera cuando ella quiso huir del baño antes que él saliera de su ducha, fue detenida en el acto y levantada directo al agua tibia. Allí le robó cada prenda hasta dejarla a merced de su propia piel.
Allí Bulma enfrentó un espejo muy diferente. Un reflejo que provocaba su propia imagen, el que era esculpido por las manos del saiyajin, el que veía en los ojos negros que la devoraban. Las grandes manos que la tocaban eran gentiles, ese tacto era tan delicado, la relajaba, la elogiaba, esos ojos negros la tocaban de igual manera hasta dejarla sin peros, sin restricciones o censuras sobre ella misma. Mordiendo su labio inferior la humana tocaba cada durísimo abdominal para luego continuar con cada músculo que se ponía a su alcance. Era una danza privada enteramente diferente al sexo aunque ese torrente los llevara inequívocamente a ese puerto de placer. Los besos fluían, con toda tranquilidad se rendían a estos como si cargaran consigo todo el tiempo del mundo. Las caricias llegaban con lenta pasión, con dulzura que escondía el toque salvaje que no hace mucho ejecutaron con toda delicia, con el aliento cálido venían palabras en murmullos, él hablaba de la fuerza, de oscuridad, de la luna y del don que cada hembra cargaba. Era rápido y lento, ardiente, pero nada igualaba a esa mirada, fija, más ennegrecida que antes, hipnótica, una noche encerrada en dos orbes, un universo, misterioso, una sombra con voluntad, un espíritu que gritaba que quería permanecer de ese modo con ella, para siempre. Pero parecía que la realidad no era su amiga, el final llegó cerrando el ciclo de los labios derrochando deseo, era tan real a pesar de tener todas las características de un sueño.
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EN EL PRINCIPIO, EN EL FIN
FanfictionHabía en un inicio un príncipe llamado Vegeta, este comenzó su vida como el heredero de una de las razas guerreras más poderosas, era una persona fuerte, valiente, pero con un carácter que pocos se atrevían a tolerar. Este fue un niño muy peculiar...