capítulo 51 El ardor de un sol

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Cuando Bulma pudo decir en voz alta que el hombre que la acompañaba era su novio, las palabras le parecieron fluir desde algún sitio escondido de su corazón. Ahora parecía haberlas pronunciado hace una eternidad, en un sitio tan lejano. Pero escuchar de la boca del príncipe esa frase, presentándola como su pareja, sonaba a un pecado exquisito, delicioso, pero pecaminoso. Ilícito. Peligroso. Tan adictivas palabras podrían guardar algún oscuro fin? No le importaba, quería volverlas a escuchar infinidad de veces.

–Vegeta – con gran cariño la ojiazul dijo el nombre de su amante. Se pegó al cuerpo del saiyajin consintiendo que él se apodere de su cintura. Quiso contener el impulso, pero este era superior a su razonamiento, ella lo besó olvidando el peligro, olvidando todo y a todo el que los rodeaba. El príncipe no se sorprendió con este acto, ni tampoco alejó un centímetro a la mujer de su lado, sino que sostuvo el beso siguiendo el arrebato femenino.

El asombro recorrió el lugar. Hubo mandíbulas que cayeron por el asombro, otras miradas se abrían sin completar de comprender lo dicho por el saiyajin. Pero la escena del presente confirmaba la revelación de hace unos segundos: eran pareja, la mujer y el príncipe estaban juntos por voluntad propia.

–Deja los juegos! – grito uno de los soldados tratando de romper la tensión que les provocaba ese par que los dejó atónitos, sin conseguirlo.

Los soldados retrocedieron instintivamente, lo habían hecho sin darse cuenta al ver llegar al saiyajin. Se observaron pálidos, perdieron el color al ver a su antiguo compañero de ejército. Se suponía que debía estar prisionero en una de las trampas que colocaron y no eran pocas las unidades que servían de celdas individuales, calabozos portátiles llenos de castigo y dolor que usaban para aturdir a sujetos poderosos, los confundían y apresaban para que luego el gran Freezer decidiera qué muerte era la más entretenida. Solo que esta vez no habría ejecución, se mantendría al traidor en su celda hasta que sus huesos se perdieran con el tiempo. Esa era la decisión que tomaron todos los comandos líderes. No habría misericordia, ni piedad, lo abandonarían en la oscuridad y se recrearían ver el musgo creciendo en los barrotes de su celda hasta que lo cubrieran a él también.

Vegeta se rehusó a dejar la cintura de la mujer cuando el beso finalizó. Estaba más que complacido con las actitudes de la humana. Observó a sus adversarios con la misma ferocidad que una serpiente se amedranta por la amenaza de un roedor. Es más, se encontraba divertido, le provocaba mucha gracia las reacciones de los soldados, sus expresiones de sorpresa e incredulidad al verlo ahí. Nadie podría hacer nada por ese grupo de necios.

–Esto, esto es imposible! – Murmuró tembloroso el soldado barbado –es imposible que hayas eludido al grupo de caza!

–Ya no importa! – Dijo el otro soldado – de todas maneras está acabado. Tenemos lo necesario para hacerte pagar por tus reiterados insultos Vegeta!

Bulma se aproximó todavía más al cuerpo del varón que la sostenía. Pero no por eso quitó la mirada desafiante de los molestos e inoportunos sujetos. La carcajada del saiyajin sobresaltó a todos, excepto a ella, esa terrible risa la tranquilizó, era lo que necesitaba oír. No necesitaba más explicación que aquella. Su guerrero lo tenía todo bajo control.

Vegeta reía con desprecio. Podía percibir como las armas se preparaban para atacarlo a la menor oportunidad – unidades de cacería? Trajeron unas simples unidades para detenerme? – se burló moviendo negativamente la cabeza – definitivamente no queda nadie para dirigirlos con cierta dignidad, caso contrario no estarían aquí. Estuve en su ejército, lo recuerdan? Conozco su manera de proceder – esta vez se dirigió a la humana – que te parece Bulma? Estos son los pobres despojos de un aparente poderoso ejército.

EN EL PRINCIPIO, EN EL FINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora