capítulo 59 La libertad como una premonición oscura

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A pesar de recibir un afectuoso abrazo la ojiazul se sorprendió por la actitud sorprendida de sus padres. Claro, como no iban a estar sorprendidos si la que llegaba a su casa era una mujer distinta a la que salió de esta. Los rizos azules caían sin orden, casi despeinados, casi descuidados y sin embargo tan natural que le daba un toque más juvenil y adorable. Sus enormes ojos traían rastros de cansancio y sus mejillas un ligero carmín. Pero era el atuendo que llevaba lo que más les llamaba la atención, era una vestidura propia del saiyajin. Cuando habrían imaginado ver a su heredera luciendo como una forajida espacial? Jamás les cruzó por la cabeza.

El príncipe apareció sin dar muestras de agrado o desagrado situándose al lado de la mujer. Fue como magnetismo, la manera en que ellos se comprendieron en una mirada, el peliflama se quedó para dejar a sus anfitriones darle la bienvenida que no necesitaba, solo permaneció allí por la mujer que ahora lucía como él más que como la humana que era.

El científico Briefs ya no tuvo duda de la unión de los recién llegados. Tuvo muchos días en los que apostó por el carácter fuerte de los dos y que sus orgullos no les permitiría congeniar. Pero que errado estaba. Resignado afrontó la realidad que mantuvo en su última etapa de negación motivado por el dolor de la perdida. Resignado les ofreció entrar en la casa y a su hija le pidió que contara sobre le prolongado viaje, señalándose a sí mismo que quizá exageraba por los celos paternales. Él no era un hombre que se dejara sin más llevar por las emociones y ya conocía de antemano la relación aparte de entender sus beneficios. Pero qué difícil era hacer entender todo aquello a su dolido lado paterno.

Bulma sintió el primer indicio a un regaño al oír el tono en que ese "prolongado" fue dicho. Y como no esperar un regaño si ella había demorado casi el doble de tiempo que había previsto. Pero estaba cansada y con la suficiente confusión como para poner suficiente atención al futuro regaño.

Antes de entrar con los demás, Panchy se dirigió al joven invitado que por poco dejaron olvidado en el jardín. Se trataba de Yamcha. Si Panchy con su tono tan alegre no le hubiera apresurado a entrar en la casa, el joven peleador se hubiera sentido todavía un poco peor de cómo ya se sentía. Había ido a buscar información sobre la científica al no saber de ella en varios días y este era el resultado, llegar en el momento justo para recibirla a su retorno del espacio.

El relato de un viaje fue fructífero obtuvo la atención de quienes escuchaban a Bulma. Esto no incluía al príncipe que desapareció de la vista de todos sin decir una palabra. Las muestras eran tan particulares que hipnotizaron incluso al científico, las observaba con un lente especial, las observaba y no podía dejar de hacerlo sin dejar de escuchar una palabra de su hija. Si la risueña Panchy no los detenía se abrían lanzado precipitadamente al laboratorio. Bulma podía ir nombrando sus propiedades una por una, las enumeraba como si las conociera de toda la vida. La conversación entre los amantes de la ciencia se hizo tan pesada, que ni la risueña rubia ni el invitado podían comprender nada. Se miraban, con gesto confundido. Para romper la atmósfera, Panchy anunció para esa misma tarde una fiesta de bienvenida.

De hecho, esa fiesta tenía un tiempo de estar lista, la señora Briefs tenía todo preparado desde hace días y la organización se llevó a cabo sin necesidad de que la recién llegada tuviera que intervenir en algo. Apenado y sintiéndose incómodo Yamcha había salido a cambiarse presuroso, pero no se fue sin asegurarle a la ojiazul que la vería por la tarde.

Tal y como estaba previsto la reunión comenzó en el jardín más alejado de la cámara de gravedad. Se preparó un buen surtido de bocadillos y comida deliciosa. La música era tranquila así como el día que se mostraba sin una sola nube en el horizonte. Los invitados llegaron sonrientes con presentes para la homenajeada, invitados que eran en su mayoría mujeres. Con su curiosidad esencial preguntaron a Bulma sobre su viaje y sobre tantas pequeñas dudas, qué compras había realizado, en compañía de quién y a qué se debía esa nueva ausencia repentina. La conversación llenó el lugar, todos eran atendidos por camareros que caminaban de un lado a otro mostrando sus bandejas y recibiendo pedidos. Por un momento Bulma pensó en que Vegeta debería estar allí, se merecía estar ahí, siendo homenajeado a su lado. Pero tuvo que abandonar la idea. Suspiró al llevarse una copa a la boca, notando en ese instante la presencia de su ex novio. Ya se encontraba allí y ni había intentado acercársele. Bien, lo dejaría disfrutar de la compañía de las bellas damas invitadas.

EN EL PRINCIPIO, EN EL FINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora