capítulo 39

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Mientras dirigía a la nave para que aterrizara en la tierra, el príncipe se encontraba distraído, la blanca figura que reposaba en el suelo llamaba constantemente su mirada. Sus cabellos azules, dispersos sin orden caían de manera natural dándole un aire más místico, como una ninfa salida del viento que reposaba en un ingenuo abandono de su persona, indefensa, casi expuesta si no fuera por esa sola tela escarlata, que resaltaba todavía más la maravillosa palidez de la piel que llevaba no pocas evidencias del intenso paseo que tuvo la boca del saiyajin por esos parajes. Una ninfa sin duda adornada en dorados ornamentos que brillaban cuando la luz los tocaba, una expresión de la naturaleza que dormía en grato sueño.

Para llevarla a su habitación la volvió a vestir con la camisa que estaba usando como manta, quien le hubiera dicho que encontraría tan divertida la tarea de cubrirla, ocultando los atributos que tanto le gustaban para que nadie más pudiera contemplarlos. Abrochó el último botón y quedó complacido con la vulnerabilidad que ella mostraba. No, no era vulnerabilidad, confianza, esa era la palabra que buscaba, jamás hubiera contemplado esa posibilidad pero la mujer se ponía en sus manos sin reproches.

Una vez la dejó en su cama se dispuso a retornar a su cámara de gravedad, pero mientras se preparaba ella moraba en sus pensamientos, le daba todo cuanto la humana quería y aprendía más y más sobre la mujer, pero al aprender sobre ella descubría nuevas facetas de sí mismo, nuevos Vegetas que podían aceptar más de lo que le gustaba admitir, nuevas partes de su propia voluntad que gritaban que esa mujer debía permanecer en su vida, cuántas horas podría quedarse a su lado? Cuántas estrellas ignorarían en cada trayecto, ocupados uno en el otro? La idea estremeció su disciplinado ser. Debía llevársela cuanto antes, lejos de ese planeta arcaico. Para eso necesitaba su traje de batalla, y por eso era completamente necesario que la humana retomara su trabajo. Convencerla no fue difícil, ni siquiera un poco. Una vez que se la llevara podrían demorar su camino hasta donde desearan, podían retornar cada que lo necesitaran por suministros y así también ella visitaría a sus progenitores. Dos pájaros de un tiro. El universo se encargaría de ayudarle, existían muchos lugares que explorar, muchos misterios que podían distraer a cien científicos por toda una vida. Y una vez que hubiera hecho a un lado todo lo que le molestaba podría presentarla como su mujer, una agresiva e inteligente mujer. Y sus antiguos planes de ser un gobernante absoluto? Bien podría hacerlo con la mujer a su lado, o bien podría posponerlo. Serían dos solitarios viajando por un espacio infinito, llevando la vida que quisieran, como quisieran. Por un segundo esa sensación de libertad inundó al príncipe, en toda su vida siguiendo normas de otros, al fin él iba a imponer las reglas.

Antes de llegar al laboratorio Bulma se aprovisiono de una enorme taza de café. Encendió las luces y el polvo la recibió dándole una desagradable bienvenida. Limpio apenas un poco para ponerse en acción, las máquinas ronronearon tal como siempre lo hicieran, las pantallas le mostraron al momento todo lo que buscaba. Una imagen digitalizada del saiyajin. Recordó con risas la vez en que le pidió quedarse quieto unos minutos para obtener esta imagen con todo detalle del físico del varón, claro que esta servía para los experimentos ligados al traje de batalla, pero ahora esta imagen distraía a la científica, la sonrojaba y provocaba una que otra risa nerviosa. Recordar que su hombre la requería para viajar por el ancho universo le hacía desvariar. Mordiendo su labio inferior se obligó a concentrarse. Todavía quedaban varias pruebas que realizar, la resistencia y la flexibilidad, todo debía ser más que perfecto. Así también podía demostrar la ciencia de la tierra y que ese planeta no era el pedazo de roca primitivo que el príncipe tenía por concepto. Tan aplicada estaba en su trabajo que se asustó cuando su madre apareció detrás de ella preguntándole como estuvo su cita.

Por supuesto que con toda la emoción Bulma olvidó el pequeño detalle de sus padres. Pero no sería la primera vez que la verían partir sin saber su fecha de retorno, por eso no se preocupó en demasía por sus expresiones de tristeza al pensar que se iría.

EN EL PRINCIPIO, EN EL FINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora