Bulma se preguntaba que sucedía, ese hombre se movía como un salvaje pero la besaba con dulzura, ese hombre era tan contradictorio, no solo en su manera de actuar sino también en lo que decía, le murmuraba cosas que nunca escucho, que su piel era tan pacífica, era silenciosa, sus labios eran generosos, que su cuerpo podía someter o enaltecer como la luna. Bulma pasaba las manos por la piel del príncipe, a cada momento sus dedos recorrían una nueva cicatriz, eran tantas como raíces en primavera, como un mapa que le hablaba de batallas lejanas, a eso se refería cuando comparaba su piel con el silencio, sin marcas que hablaran de pasados tortuosos, era todo lo contrario, era blanca fruta, dulce, tersa, apetecible, rogando por ser probada. El vaivén se fue descontrolando otra vez, Bulma creyó que iba a morir si el placer continuaba aumentando, pero el pensar en detenerlo era insulso, prefirió gritar y demandar por más y más, derritiéndose ante el calor, ardiendo en el fuego más acogedor y más embriagador buscó los labios para devorarlos justo como él disfrutaba cada parte de ella, buscó también la mirada negra para dejarse consumir y recibir a cambio todo lo que un saiyajin podía ofrecer.
Recostada en la cama la ojiazul descansaba, ya había regulado su respiración, su sudor se secaba mientras ella sonreía viendo al hombre recostado a su lado, era totalmente inusual presenciar su semblante hundido en la almohada, con los mechones negros más desordenados incluso lucía más feroz, un cazador, un depredador en pleno se mostraba amenazante e impresionante aún dormido. Reprimió el impulso de tocar esa magnífica piel guerrera otra vez, solo porque no quería interrumpir el reposo del varón, entrenaba tanto cada día que le era grato verlo en calma, sobre todo si era una calma provocada por ella. Al levantarse vio los restos de este mueble, el colchón y las sábanas estaban completamente rasgados, la cabecera, todo, todo estaba roto. Debía dar gracias a que fuera el mueble y no ella la que quedó en ese estado, que peligro se escondía en los placeres de tener a un saiyajin, con esta prueba le dio toda la razón a Vegeta de temer por su integridad. Pero había superado un obstáculo, a ella no le importaba el coste económico que pudiera acarrearle, aún si debía redecorar a diario su alcoba, nada importaba si podía volver a tener el privilegio de poseer a un príncipe de otro planeta. Se cubrió con uno de los pocos trozos que quedaban de las sábanas para levantarse, su ropa tirada en el suelo la hizo torcer el gesto, esa era indumentaria de trabajo, no era un buen vestido ni nada memorable y ella hubiera deseado que su primera vez con el saiyajin fuera especial, que se arreglara con esmero para deleitarlo con su belleza al máximo. Suspirando por esa aparente mala jugada se colocó su ropa maltratada por el trabajo y oliendo a aceite de motor. Los brazos la sorprendieron en un nuevo abrazo posesivo, un beso impactó con su cuello recorriendo y fue bajando con angustia, antes de que Bulma pudiera siquiera hacer una pregunta sus ropas fueron desgarradas, tal sonido la desconcertó, la velocidad por como marchaba la situación la sorprendió tanto que casi no pudo entender las razones del hombre que la devolvía a la cama deshecha.
–No huyas de mí humana! Fui brusco, lo sé, pero no te vayas! – la voz del príncipe sonó contra su piel ocultando su rostro en el hueco del cuello
Bulma comprendió la razón de tanta desesperación – no huyo de ti Vegeta, no lo hago – Sujetó el rostro del varón para poder decirle a los ojos – tampoco fuiste brusco, no intento alejarme de tu lado – dijo mientras su mano acariciaba el rostro y continuó dando mimos por el cabello negro – solo me sorprendió mi propia actitud, que poco me prepare para este encuentro, quería hacerlo más encantador para ti! Pero me superó el deseo y lo concreté sin estar preparada.
El príncipe no comprendía a qué se refería la mujer, "hacerlo más encantador" y "preparada" no lo comprendía, pero se permitió volver a descansar el rostro en el cuello de ella. Si la mujer no iba a escapar todo podía continuar, aliviado unió el rostro al de la ojiazul, ella recorrió la espalda varonil dando caricias, pequeños besos adornaron la frente del saiyajin, como una corona de ternura que lo premiaba por su preocupación. Se quedaron ahí, contemplándose sin pensar en el tiempo que transcurría, acomodaban mechones de cabello del otro y rememoraban todo cuanto habían hecho y cómo habían recorrido hasta hace tan poco, la piel que tenían justo en frente. Entonces la humana intentó levantarse otra vez y se percató de un problema.
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EN EL PRINCIPIO, EN EL FIN
أدب الهواةHabía en un inicio un príncipe llamado Vegeta, este comenzó su vida como el heredero de una de las razas guerreras más poderosas, era una persona fuerte, valiente, pero con un carácter que pocos se atrevían a tolerar. Este fue un niño muy peculiar...