Capítulo 2

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Todo pasó a un segundo plano, cuando se encontraban juntos se olvidaban de lo que sucedía en el mundo, de la amenaza que pronto enfrentaría el mundo. Se besaron con sed, sus manos recorrían gentilmente los brazos y la espalda a medida que su contacto aumentaba, se daban un beso tras otro hasta que fueron vilmente interrumpidos por el padre de Bulma, este se acercó encendiendo un cigarrillo y en el tono más despreocupado preguntó a Bulma si necesitaba de alguna ayuda, al ingresar a la cámara su hija intentaba acordarse qué componente estaba reparando y el saiyajin había concedido un espacio para que ella trabajara, cruzado de brazos les daba la espalda mientras los científicos colaboraban en la reparación.

Así comenzó su acercamiento, como un secreto que por alguna razón querían mantener. Los besos fueron los primeros cimientos que darían a su aproximación, la ojiazul buscaba como acercarse con más facilidad, lo hacía con besos sutiles, casi inocentes que le robaba en los momentos menos propicios provocando el sonrojo del varón, estos pequeños asaltos se iban intensificando a medida de que pasaban los días, pero también se intensificaba un fuego entre ellos, una pasión que cada vez era más evidente y más difícil de detener.

La imaginación estaba matando a Bulma, no porque los besos que se daban fueran desagradables, nada de eso, sino que le resultaban insuficientes. Ahora tenía que tenía a ese ejemplar de hombre en sus manos y no avanzar hasta un punto deseado le era frustrante, podía besarlo y estrecharlo, podía acariciarlo y comenzar a memorizar su hermosa anatomía, pero no importaba nada, el saiyajin siempre se detenía antes de hacer ni un solo avance extra. Sería posible que no lo tentara? Sus encantos no surtían el efecto deseado, pensando en esto comenzó a idear un plan para que la viera despampanante, hermosa y por supuesto provocativa, tanto que ni el mismo príncipe de los saiyajin podría hacer más que rendirse a su belleza. Pero su imaginación volaba cuando estaba a su lado, sus manos desobedientes querían explorar al varón, quería delinear sus perfectos pectorales con los labios previamente haber probado todo el cuello y sentir el pulso de la vena yugular latiendo en su boca, descender cual aventurera que era por el mapa del abdomen siguiendo los caminos trazados entre tanto músculo duro como madera cálida trabajada por el mejor escultor, soñaba con el sabor de la piel entre sus dientes, el sonido del roce de la ropa deslizándose lejos de su portador. El tormento de la imaginación. Iba a perder la cabeza de continuar de ese modo, por ello de cuando en cuando trataba de imponer una caricia más decidida, pero el príncipe era inmisericorde, después de obtener una generosa ración de besos siempre podía alejarse y continuar, mantener la cabeza fría y dedicarse al entrenamiento. Bulma en cambio quedaba sonrojada, temblorosa, mordiéndose el labio inferior veía al hombre marcharse y retomar su rutina.

La ojiazul ya no pudo dormir esa noche, esperó al saiyajin fuera de la cámara de gravedad, lo esperó dando vueltas, la temperatura comenzó a descender pero ella no iba a ceder para buscar abrigo, continuó esperando, se decía a sí misma que quería aclarar que sucedía pero en verdad no podía mantener la distancia entre ambos, eso era un hecho ya casi doloroso. Apenas la compuerta dio paso libre a la cámara la humana se dirigió a esta, presurosa, pero él salió herido, agotado, frustrado por no tener los resultados que esperaba, Bulma se avergonzó. Apenada lo recibió y le ayudó a llegar a la enfermería, ese cuerpo viril estaba en sus manos pero el sentir era por completo diferente, quería cuidar de él, con cuidado tocó los músculos que sangraban, desinfectó a conciencia y vendó cada rincón que necesitara de su atención, finalmente instó al príncipe a recostarse y dormir. Ella lo observó, se permitió darle un beso en la mejilla y acariciarle el cabello a medida que sus ojos también se cerraban hasta quedar dormida. Una mano la despertó moviéndola, su postura debiera ser tan incómoda y su abrigo insuficiente, Vegeta no aceptaba que la mujer descansara tan mal, Bulma asintió medio dormida y se acomodó perezosamente al lado del saiyajin, el calor del hombre le agradó tanto y la adormeció casi de inmediato. En cambio la figura de la ojiazul no permitió descansar al peliflama, nervioso por tanta cercanía ya no pudo cerrar los ojos, Bulma en su inconsciencia se aproximó más dejándolo sin un solo centímetro de distancia entre ellos. La respiración sutil, el rostro en calma, la suavidad de la piel blanca distraían al varón que olvidaba todo por momentos, el cómo llegó hasta ese estado de salud, la frustración en la cámara de gravedad, olvidó hasta a sus futuros oponentes porque ahí estaba la mujer que lo esperaba ansiosamente para poder cuidar de su persona una vez más. Pero la cercanía era tanta que no le quedó más opción que dormir para no cometer una locura.

EN EL PRINCIPIO, EN EL FINDonde viven las historias. Descúbrelo ahora