Capítulo 24: Letters, apologies and contemplation

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Fiel a su palabra, Sirius Black había escrito una carta a Harry, en la que le prometía dejarlo en paz mientras lo deseara. Sorprendentemente o no tan sorprendentemente (para los que lo conocían de verdad) era la carta más difícil que había tenido que escribir. Era un Auror y había escrito su cuota de cartas difíciles de escribir. Informando a la gente que había perdido a sus seres queridos durante la guerra con Voldemort y otros ejemplos por el estilo. Sirius había odiado escribirlas, odiaba dar malas noticias a la gente. Sabía que el hecho de que él hubiera odiado a su familia no significaba que todas las familias se odiaran entre sí. Remus le había dado a Sirius el consuelo y la fuerza necesarios para escribir la carta. A fin de cuentas, Sirius sólo podía esperar que Harry volviera en sí algún día y le perdonara su idiotez.

Sirius observó con nostálgica tristeza cómo la lechuza negra llevaba la sentida carta a Harry. Miró el recorte de periódico enmarcado de Harry y sonrió con tristeza. Nadie podía atribuirse el mérito de lo bien que le iba a Harry, se sentía tan orgulloso y eso le hacía doler el corazón. ¿Cómo podía haberse olvidado de él? Su propio ahijado, un chico al que había jurado proteger contra viento y marea cuando Voldemort los tenía como objetivo. Tal vez si hubiera estado más a menudo habría visto lo que James estaba haciendo. No había sido el caso; él había dirigido la investigación sobre Peter Pettigrew, que irónicamente había sido asesinado por Harry hacía unos meses.

Un villano menos del que tenían que preocuparse, peor aún había salido a la luz que Percy Weasley había, tenido una rata como mascota durante años. Demasiados años para que la rata fuera normal, tenía que ser Pettigrew. Percy había impedido que sus padres le dieran la rata a Ron, quien, según la opinión de Percy, no habría cuidado bien de la "vieja rata", por lo que había terminado con una lechuza y una rata. Allí se había escondido el muy cabrón, y lo que era peor, los Weasley habían sido una constante en la casa y la vida de los Potter durante muchos años. Nick y Ron habían sido una vez mejores amigos, ya no según una de las cartas que recibió de Nick. Ahora se tomaba todo lo que decía el chico de catorce años con pinzas, los celos de Ron podían ser inventados ahora que conocía bien a Nick. Su ahijado no era tan bueno y ligero como había supuesto antes, era muy celoso, engreído y mocoso. Odiaba decirlo pero era cierto, y lo peor era que Nick pensaba que estaba bien cómo trataban a Harry.

Justo cuando salía de la habitación miró hacia atrás y se dio cuenta de que la lechuza de James se acercaba. Apretando los dientes la ignoró y se dirigió rápidamente a la cocina, Sirius había conseguido todo tipo de ayuda para poner la casa en orden. Incluso permitió que Kreacher se quedara con algunas baratijas de los Black por sus servicios y si mantenía la boca cerrada. Sirius casi sonrió al recordar la sorpresa en la cara del viejo elfo doméstico. Se había quedado atónito, sin duda, y lo más sorprendente de todo: ¡Kreacher había mantenido la boca cerrada! Se acabó el hablar por detrás para él. Sirius había conseguido incluso quitar el retrato de su madre y el lugar empezaba a tomar forma poco a poco. Estaba lejos de terminar, pero al menos todas las cosas viles habían desaparecido: Boggarts, Doxys e instrumentos de plata que intentaban morderte si los tocabas.

-Acaba de llegar una carta de James, ¿no vas a abrirla?- preguntó Remus entrando en la cocina con una mirada punzante. Que básicamente decía que dejaras de ser inmaduro con esto y que acabaras con ello porque sabes que al final la leerás.

-¿Por qué debería hacerlo?- preguntó Sirius con una mirada enfurruñada a su alrededor.

-Porque sería lo más maduro, no empieces a ser como James ahora- dijo Remus pacientemente sus ojos ambarinos amonestando a Sirius sin decir nada.

-Dámela-, espetó Sirius cogiendo la carta y abriéndola apresuradamente. Sólo tardó unos segundos en estallar en una risa rencorosa. Los ojos de Remus se abrieron de par en par y trató, sin éxito, de arrancar la carta del agarre de Sirius para ver de dónde había salido la amarga risa.

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