Capítulo XXVI

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Después de sufrir durante más o menos dos horas con la depilación, me ducho lavándome el pelo y disfrutando de la sensación de las gotas de aguas recorrer mi reciente parte inferior del cuerpo libre de pelo.

Salgo del baño con dos toallas encima de mí, preparo la americana y los tacones en la cama para luego poner a calentar la plancha mientras me seco el pelo. Acabo de arreglar mi pelo y me pongo ropa interior roja de encaje con una camisa vieja por encima, para no arrugar la ropa mientras me maquillo.

Con unas sombras marrones consigo resaltar el verde de mis ojos, me echo rímel en las pestañas y para rematar un pintalabios rojo que combina con mi ropa interior, pero eso solo espero hacérselo saber a una sola persona.

Me aplico crema en las piernas y me pongo la americana sonriéndome al espejo, las cosas como son, me queda de puta madre. Me pongo los tacones negros y miro el teléfono, las ocho y media.

Habíamos quedado a las ocho en un bar para tomar algo y cenar antes de ir a la discoteca, pero para estar como una diosa griega del Olimpo, me hace falta tiempo y puedo decir que lo he conseguido.

Escucho el timbre de mi casa y sé que es Sergio, me avisó que me vendría a recoger para ir juntos, me peino el flequillo un poco nerviosa y cojo el bolso para ir a la puerta.

Abro y cuando lo veo, se me cae la baba, la camisa rosa que compramos le sienta como un guante. La lleva con varios botones abiertos y remangada levemente en los brazos, esos pantalones ajustados en los lugares correctos que me hacen perder el sentido, le sonrío de lado cuando me recorre varias veces con la mirada estupefacto.

- ¿Nos vamos? –pregunto y él me mira a los ojos para asentir rápidamente.

Salgo de casa y cierro la puerta cerrando con llave, me giro y veo a Sergio ofrecerme su brazo para que me sostenga de él. Aprieto el botón del ascensor para que suba y miro de reojo a Sergio viéndolo mirarme fijamente.

-Estás preciosa Daf –lo escucho murmurar a mi izquierda, sonrío como una estúpida notando cómo mis mejillas se calientan rápidamente.

-Tú también estás muy guapo- le digo mientras sonrío mirándole, el sonido del ascensor abrirse me saca de mi trance y entramos juntos al interior del aparato.

Aprieto el botón en el panel del ascensor para que comience a bajar y de reojo puedo ver como la mirada de Sergio no se separa de mí, primer objetivo conseguido.

- ¿El vestido cuenta cómo falda? – me pregunta después de unos segundos en silencio, me es inevitable y suelto una carcajada divertida.

-Puede- digo sonriendo de lado mientras lo veo tratar de esconder una sonrisa incipiente mientras se rasca la nuca.

- ¿Entonces hoy tienes planeado tirarte a alguien? - pregunta y le miro de reojo mientras sonrío.

-Puede –me encojo de hombros en el momento en el que se abren las puertas del ascensor, le guiño un ojo antes de salir del ascensor. Después de un par de segundos lo tengo a mi lado guiándome hacia donde dejó el coche.

Nos subimos a este y Sergio arranca hacia el bar donde vamos a cenar junto mis antiguos compañeros, mi ex, la mujer con la que me puso los cuernos y mi querida Carla con su marido.

Después de diez minutos llegamos al bar, inspiro tratando de armarme de valor y noto como Sergio entrelaza nuestras manos. Lo miro y me regala una sonrisa tratando de calmarme.

-No tienes por qué estar nerviosa- me dice acariciando el dorso de mi mano con su pulgar- Lo que vienes a hacer es reírte de sus patéticas vidas- habla sacándome una carcajada.

¡Necesitamos al gigoló!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora