Capítulo XV

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Veo a los protagonistas de la película besarse y entierro otra vez la cuchara en la tarrina de helado de chocolate que está en mis piernas.

-Mierda de películas románticas, mierda de protagonistas que me recuerdan lo sola que estoy, mierda de universo que me consigue un cachondo como el de la peli, pero no me dan los ovarios para decirle lo mucho que me gusta- insulto mirando al televisor mientras engullo el helado.

La peli sigue y yo me acabo el helado en muy poco tiempo, sé que cuando vaya al gimnasio me arrepentiré de pasarme el domingo comiendo como una cerda.

Escucho el timbre de mi casa sonar, pero no estoy muy por la labor de abrir la puerta y menos que alguien me vea con las pintas que tengo. El moño de dormir, mis pantalones de chándal de andar por casa y una camiseta tres tallas más grandes que la mía, de la cristalería de mi padre.

-Seas quién seas vete, no quiero hablar con nadie- digo comiéndome uno de mis últimos donuts.

-No seas antipática, déjame entrar a la cueva anda que pareces una ermitaña-escucho a Carla al otro lado de la puerta.

-Carla te quiero como a la hermana que nunca he tenido, pero vete que quiero deprimirme con DiCaprio –digo viendo como el Titanic se hunde

Escucho la puerta de mi casa abrirse y fijo mi vista en esta, confundida, notando las llaves en la cerradura. Carla me sonríe divertida y cierra la puerta, a diferencia de mí, con llave.

-Tendría que haber probado a abrir sin más desde el principio, eres demasiado predecible Daf- me dice mi mejor amiga dejando las llaves en el cuenco y el bolso en el mueble de la entrada.

-No quiero estar con nadie –digo abrazando al cojín

-Película moñas, tu artillería pesada, estás llena de chocolate- empieza a enumerar pasando la vista por el salón- A ti te pasa algo.

Ruedo los ojos y le doy otro mordisco al donut, se sienta a mi lado y me quita mi comida de las manos dejándola en la mesita. La miro mal e intento estirarme para recuperar a una de las cosas más deliciosas del mundo, pero me da pereza y me vuelvo a tirar al sofá.

-Eres una zorra mala –digo y le enseño mi precioso dedo del medio.

-Ayer a la noche te mandé varios mensajes para que me contases que tal tu cita con Sergio, pero no me contestaste y esta mañana te llamé hasta que me dio teléfono apagado. ¿Qué ha pasado?

Hago una mueca recordando como llegué anoche a casa, suspiro mirando a mi amiga y me incorporo en el sofá para empezar a largar.

-Anoche fue sin duda una de las mejores noches de mi vida, casi nos acostamos –relato y maldigo internamente al repartidor que llegó en mal momento- Cenamos, hablamos durante toda la noche, me trató genial, me reí lo que no está escrito- sonrío recordando como acabamos los dos en su piscina a las doce de la noche- Nos lanzamos a la piscina y me fui de su casa vestida con ropa suya que huele genial-digo mordiendo mi labio recordando el olor de su camisa.- Me da rabia no poder haberlo conocido antes en otras circunstancias, ojalá nunca haber empezado con Jorge porque Sergio es...maravilloso- suspiro recordando cómo casi me encierra en su casa por miedo a que tuviese un accidente con el coche por lo contenta que iba a esas horas

-Tú sola lo estás soltando, no te he tenido que sacar las respuestas con sacacorchos. Estás tan soberanamente encoñada de Sergio que no piensas en nada más que en el, porque esto que sientes ahora sí es amor-me dice Carla y entrelaza nuestras manos- Lo que sentías por Jorge no era más que la ilusión de tu primer amor, por eso te dolió lo que pasó, por eso no lo querías dejar ir porque pensabas que él era el único hombre en la faz de la tierra. Pero por suerte eso no era así, porque ahora sí has encontrado a alguien que de verdad se preocupa por ti.

¡Necesitamos al gigoló!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora