Capítulo XXVII

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-Si no tengo que soportar su voz- dice Sergio señalando a María con la cabeza- Hago lo que sea- habla provocando que toda la mesa se ría y a mí me arda el pecho del orgullo al verlo defenderme- Sin ofender, pero tú de pequeña te tragaste un silbato ¿verdad?

La gran parte de la mesa se vuelve a reír y Sergio me mira mientras me guiña un ojo, le sonrío agradecida mientras entrelazo nuestras manos.

- ¿Se puede saber a qué viene eso? –le pregunta Jorge cabreado- La única vez que abres la puta boca y es para meterte con mi prometida.

-Bueno que no te laves los oídos no es mi culpa, porque he estado hablando con casi toda la mesa que no quiera hacerlo contigo es una cosa muy distinta- le explica mi postizo novio- Y a qué viene es demasiado fácil, tanto que supuse que tu neurona podría llegar a comprenderlo, por lo visto me equivoqué- se encoge de hombros para mirarlo fijamente- Tú eras su novio y prometido- habla mirándolo para señalar a su acompañante con la cabeza- Ella su amiga, y decidisteis faltarle al respeto de la manera más denigrante de todas, traicionando su confianza.

-Pero ese no es tu jodido problema- masculla Jorge entre dientes sin apartar la vista de un sereno Sergio.

-Se ha convertido en mi problema cuando comencé a salir con ella, porque eso hacen las parejas, ayudarse mutuamente. Un concepto que creo no debes comprender. –habla y con el dedo pulgar acaricia el dorso de mi mano.

Siento que el corazón me va tan rápido como si acabase de correr una maratón, normalmente no tengo quién me defienda en momentos como este, me siento muy afortunada de tenerlo a mi lado, aunque sea pagándole.

-Si ella no puede defenderse solita entonces...- comienza a hablar María, pero Sergio la interrumpe.

- ¿Quién ha dicho que no puede defenderse sola? Lleva toda la puñetera noche cerrándote la boca buzón que tienes, no necesita a un machito a su lado porque ella sola vale más que nadie. Ha llegado donde está porque sabe cuánto vale, a pesar de que intentasteis joder su confianza en sí misma ella se levantó mucho más fuerte que antes. - dice y noto cómo se me llenan los ojos de lágrimas con su discurso- Esa es una de las tantas cosas que no supiste valorar, por eso la perdiste. Bueno...por eso y por gilipollas- habla mirando a Jorge.

Suspiro y trato de que no se me corra el maquillaje, joder soy una llorona, pero a mí nunca nadie me había defendido de esa forma, con esa garra. Sergio me ve y pone su brazo en mis hombros para acercarme a él, besa mi cabeza y yo sonrío en su cuello.

La pregunta es cómo no enamorarse de este hombre.

-Bueno mejor jugamos ¿no? - trata de aliviar la situación Carla.

Me separo unos centímetros de Sergio y el aprovecha para besar mis labios, le devuelvo el gesto al momento hambrienta de sus besos. Debemos separarnos para respirar, pero a Sergio le gusta tentarme, así que encierra mi labio inferior entre sus dientes.

Suelta mi labio y yo aprovecho para sentarme bien en la silla notando cómo me tiembla la pierna izquierda, eso me ha puesto jodidamente cachonda, no es momento para ponerme así porque aún queda mucha noche por delante.

- ¿A qué jugamos? –pregunta un chico que me suena, pero no lo hace su nombre

-Al yo nunca- responde María y me es inevitable rodar los ojos.

-Cuánta originalidad- susurro haciendo reír a Sergio.

-Empiezo yo- habla María sonriente mientras me mira- A mí nunca me han puesto los cuernos.

Suspiro agotada de tener que aguantarla y le doy un trago a mi copa, miro a Jorge mientras pongo el codo en la madera y apoyo mi mejilla en mi mano.

¡Necesitamos al gigoló!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora