Capítulo XX

671 62 10
                                    

Apago el ordenador después de haberle enviado el informe sobre un edificio del que hice la maqueta antes de irme de vacaciones, pensé que podría colar sin el documento, pero no he tenido tanta suerte.

Dejo el aparato en la mesita del sofá y me levanto de este viendo a Sergio hacer la comida, sí, así como lo leéis, me está haciendo la comida. Me dijo que un amigo abría esta tarde un bar nuevo en la zona vieja y me invitó a ir como su acompañante. Yo lógicamente le dije que sí, pero le advertí que debía enviarle ese informe a mi jefe, me dijo que le parecía tontería irse una hora para luego volver a por mí entonces me propuso que mientras yo hacía mis cosas el me cocinaba.

- ¿Cómo va la comida Arguiñano? –le pregunto divertida acercándome a la cocina. Lo veo con mi delantal que pone: ¨Advertencia: usar guantes, la cocinera está extremadamente candente¨

-Bien, pero prueba tu a ver si te gusta- dice y coge una cuchara de madera para coger un poco de la salsa que está haciendo, le sopla un poco para que no queme y la pone a la altura de mi boca.

La pruebo y frunzo el ceño extrañada lamiendo mis labios, me mira y levanta las cejas como pidiéndome mi opinión.

-Está rico, muy rico- digo y cojo otra cuchara para coger más salsa- ¿Cómo la has hecho? - pregunto soplando un poco para no quemarme la boca.

-Es la salsa especial de mi abuela, en verdad es lo único que se hacer, digamos que no tengo mucha paciencia y me suelo rendir muy rápidamente- se encoge de hombros apoyándose en la isla de la cocina.

-Pues ya sabes hacer más que yo, que vivo a base de pasta y congelados- digo divertida dejando la cuchara en el fregadero.

Sergio suelta una risilla y vierte los macarrones, ya escurridos, en el recipiente con la salsa. Pongo la mesa rápidamente mientras Sergio sirve los macarrones.

Cuando terminamos de comer la maravillosa comida que preparó Sergio yo me duché y me cambié para ir al bar del amigo de mi novio postizo.

- ¿Nos vamos? - le pregunto saliendo de mi habitación lista para salir.

Al escucharme se levanta del sofá y me mira durante unos interminables segundos, me observa de arriba a abajo. Muerdo mis labios nerviosa ya que no ha pronunciado palabra desde que me vio salir del cuarto.

- ¿Voy mal? - pregunto mirando mis vaqueros cortos, con una blusa blanca y unas sandalias.

-No, todo lo contrario- dice y se acerca a mí, coge mis manos y las acaricia mientras me mira a los ojos. Una de sus manos sube a mi mejilla y la posa proporcionándome una caricia con su pulgar- Es increíble, da igual cómo estés vestida que siempre estarás preciosa.

Inevitablemente, me sonrojo y miro al suelo unos segundos totalmente avergonzada por sus palabras, agarra mi mentón levantándome suavemente la cabeza para que lo mire.

-Estamos solos, no hace falta que me digas cosas tan bonitas- susurro muy bien sin saber que decir.

-El problema es que me sale solo, no puedo evitar decírtelo. Hay veces que el corazón le gana la batalla a la cabeza –me susurra poniéndome más nerviosa aún.

Sin saber qué decir o qué hacer, simplemente salimos de mi piso y empezamos a caminar hacia el bar del amigo de mi acompañante. En la entrada del establecimiento Sergio se abraza a un chico y empiezan a hablar como si hace años que no se vieran. El chico se fija en mí y pone la mirada que ponen todos los tíos cuando quieren tirar la caña.

- ¿Y esta preciosidad que te acompaña Sergio? - pregunta y Sergio me sonríe mientras pone su brazo en mis hombros acercándome a él.

-Os presento, Dafne este es Mario un viejo amigo y Mario, esta es Dafne mi novia- dice sorprendiéndome completamente, se supone que le íbamos a mentir sobre nuestra relación a las personas de mi entorno y por ahora su abuela y Mario son conocedores de nuestro supuesto noviazgo.

¡Necesitamos al gigoló!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora