Desst

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Adeleine paseaba con su mascota por el parque lleno de flores y niños corriendo por doquier. Las nubes danzaban y el pasto verde y creciente relucia. Las flores no se quedaban atrás y brindaban color a aquella zona verde. Hacía calor, no mucho, pero si lo suficiente para llevar ropa delgada y corta. La mujer se acercó a una tienda y compró una botella de agua, que tomo apenas la pago. Éter, su mascota, también tenía sed, así que hizo un pequeño cuenco con sus manos y le dio agua.
Hace varios años ya que había adoptado a Éter, que era básicamente como su hijo y su mayor adoración. Lo había rescatado ya que estaba tirado en la calle, encima de varios periódicos y una delgada sabana que apenas y proporcionaba calor. Él apenas era un bebé y casi moría, pero pudo salvarse.

Éter es una de las deidades primordiales y es un elemento más puro y más brillante que el aire, también es la personificación de la luminosidad y el brillo. Es el dios del cielo superior y representación de la luz nacido de la oscuridad (Érebo) y la noche (Nix). Así que, por el pelo blanquesino del canino, lo tranquilo, lo bien portado y la situación en la que llego, decidió ponerle Éter. Básicamente es el consentido de la familia.

Se sentaron abajo de un árbol que proporcionaba sombra y hacía el ambiente algo fresco. Pasaron unos minutos así, viendo las personas pasar y un silencio cómodo y tranquilo, pero un perro los tomo por sorpresa cuando se acercó y empezó a oler a los dos. Éter movió la cola y se olieron.

-Uy, quieto. -se levantó y sacudió el polvo de la ropa.

Tomó al perro por el collar que traía y busco alguna placa donde viniera el número de su dueño o su nombre, pero no tenía. Sin saber que hacer, le puso la correa a Éter y camino mientras que el canino que no era suyo la seguía. Busco con la mirada alguien que buscara algo, pero vio a un chico acercarse a ella.

-Hola, lo siento si te causo molestias, se soltó de la correa. -saludó apenas llego, poniendole la correa al perro que a diferencia de su mascota, era blanco con manchas y tenía el pelo liso.

-No pasa nada. -sonrió y acarició la cabeza del animalito. -¿Cómo te llamas?

-Christian, ¿y tú?

-Adeleine. ¿Cómo se llama? -señaló con la cabeza al perro que tenía la lengua afuera y se dejaba acariciar.

-Odín. -sonrió. - ¿Y el tuyo?

-Éter. -acarició detrás de sus orejas y después se levantó para mirar al dueño, que tenía unos lentes que le quedaban bien. - Bueno, tengo que irme.

-¿Te acompaño?

-Si quieres. -empezaron a
caminar en directo al apartamento de la muchacha.

En el trayecto aprovecharon a conocerse y preguntarse algunas cosas más, hasta que se dieron cuenta que estaban en frente del apartamento.

-¿Así que somos vecinos? -preguntó el hombre, pues se acababa de mudar al mismo edificio hace dos días.

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