۞ ℭ𝔞𝔭𝔦𝔱𝔲𝔩𝔬 30

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Cuando Hermione despertó de nuevo, decidió que si quería escapar debía ser más inteligente y no tratar de improvisar.

Había mantenido los ojos cerrados por unos minutos, podía sentir la presencia de alguien fuera del pasillo, quizás era la misma persona que había estado sentada a la orilla de su cama hace unas horas cuando pretendió seguir dormida.

La habitación estaba siendo regulada con energía térmica o quizás magia, ella no estaba segura. Pero a cierto punto le parecía inútil, porque el frío que sentía no era provocado por el clima, era algo que venía de dentro de ella.

Tan extraño como fuese, ella estaba segura que venía de su pecho. Podía sentirlo.

Cuando las voces del pasillo se alejaron y ella estuvo segura de que estaba sola, abrió los ojos. Era la misma habitación, seguía usando la misma ropa.

Cuando vio la piel de sus manos de pronto recordó que seguía sin saber como lucía su rostro frente a un espejo, después quizás buscaría uno.

En la poca piel expuesta de su antebrazo podía ver algunas cuantas cicatrices esparcidas hasta tocar sus nudillos, en su muñeca descansaba un brazalete de una piedra color miel, ambar quizás.

Una vez que terminó de inspeccionarse a si misma, recorrió cada centímetro de la habitación con sus ojos. La ventana de la pared frente a ella captó su especial atención. Era de cristal, y por lo que alcanzaba a ver estaba a la vista de una playa, a una altura que cualquiera se atrevería a saltar cuando estaban huyendo por sus vidas.

¿Ella estaba huyendo por su vida?

Si, lo estaba.

Al menos eso fue lo que decidió pensar.

Cuando se puso de pié encontró bajo la cama unos zapatos, justamente la talla perfecta de su pie. No se los habría puesto si no estuviera a punto de hacer lo que iba a hacer.

Cuando se asomó por la ventana retrocedió de golpe al ver tal altura.

Era demasiado peligroso.

Si saltaba de la manera incorrecta podría golpearse la cabeza y morir.

Observó el vacío de nuevo, considerando todas las posibilidades que tenía. Cualquier pizca de esperanza que tenía se esfumó cuando trató de abrir la ventana y ésta no se abrió. No tenía cerraduras, tenía que estar cerrada de otra forma.

Tomó la lampara que tenía cerca y la estampó contra el cristal. No pasó nada. El cristal ni siquiera se agrietó.

Ella suspiró frustrada.

Si antes dudaba de que la tenían ahí probablemente secuestrada, ahora no había duda. ¿Por qué otra razón iban a encantar una puta ventana? ¿la altura de la caída no debía impedir que alguien saltara? No, ellos estaban asegurándose que no hubiese manera de irse.

Estupida magia.

No, estupida tu.

Si la magia había servido para cerrar la ventana, también podía revertirla.

O al menos eso esperaba.

No tenía recuerdos de sus momentos vergonzosos, pero éste podría calificar como el primero de todos.

Presionó su mano contra el cristal y esperó que algo pasara. Cuando no lo hizo ella suspiró frustrada.

—¿Abrete?

Nada pasó.

—Abrir cristal.

Se sentía realmente estupida.

Control |DRACO MALFOY|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora