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Dieter había pasado tanto tiempo sin recaídas que pensó que estaría bien por su cuenta, no recordaba lo atrapante que era un desorden alimenticio, cuando veía a Camila comer su yogurt por las tardes frente a la tv tenía ganas de imitarla, o confesarle lo que ocurría para que ella pudiese volver a estar atenta a sus bajas. Pero no lo hizo.

La simple idea de volver a estar lleno le daba arcadas, si bien había experimentando la anorexia hace años atrás jamás lo había hecho con la bulimia, es un límite de alivio que aún no está dispuesto a pasar, principalmente porque le aterra vomitar.

Le escribió a Diana la noche de la salida rogándole que lo mantuviese en secreto, que sería solo un tiempo porque había subido mucho de peso y que estaría bien, Diana no supo que contestar, así que solo le escribió que lo quería mucho, pero eso no le dió seguridad al azabache.

—Te traje unos galletones, no tienen azúcar ni grasas, tampoco chocolate, sol de avena y harina de quinoa, así que son sanos —Comentó sin saludar, sacó una bolsa sellada llena de galletones y Dieter tragó con dificultad por solo ver la cantidad—. Yo controlaré tu consumo de estos, es mi condición si no quieres que le diga a los demás —Dieter tomó aire frustrado, ya había dicho que estaba bien y no entendía porqué Diana estaba haciendo esto, extorsionando.

—Bien —Dieter tomó un galletón y le dió una mordida, si bien nutricionalmente debía ser algo sano no se sentía como aquello en su paladar, Dieter tomó el paquete y Diana se lo arrebató.

—Creeme, no tiene suficientes calorías —Dieter frunció el ceño y siguió mirando el galletón.

—No lo quiero, puedes decirle a los demás —Susurró, Diana se volteó.

—¿Cómo dices?

—Me estás mintiendo.

—No lo haría.

—Sí lo harías, prefieres verme gordo.

—Alto ahí, Dieter, no sé si recuerdas qué es lo que estudio y sé lo que estás haciendo, y no va a funcionar, recuerda los 4 años de estudio que tienes, un corazón, un cerebro, un cuerpo, un sistema Dieter, no funciona con agua, hielo y pasta dental, funciona con alimento —Diana se cruza de brazos—. No quiero verte gordo, quiero verte sano.

—Bien ¿Qué es sano para tí? —Diana entrecierra los ojos.

—Sano es cuando no dejas que tu desorden alimenticio salga de control y te haga intentar manipularme —Dieter frunce el ceño enojado.

—Bien ¿Qué trastorno tienes tú? Me estás manipulando —Diana se acomoda la chaqueta.

—Oh, tú sabes muy bien cuáles son los míos, así mismo yo sé cuáles son los tuyos, y escúchame bien Dieter, quiero que te lo grabes, no voy a dejar que te mates aún si tengo que verte llorar con cada mascada —Dieter toma aire enojado, listo para contestar, entonces Diana continúa— porque te amo muchísimo —El azabache intenta evitar flaquear con el quiebre de voz de su mejor amiga, esta mira a otro lado—, así que come el maldito galletón.

Dieter da otra mascada y Diana suspira, caminan un poco hasta llegar a la universidad, a Diana le tiemblan las manos.

—Didi —Llama, el azabache la mira y la campana de inicio de horario suena, Diana se traga sus palabras—, ten un buen día ¿Está bien? —El azabache asiente.

—Tú también.

Maldice a Diana el resto del día mientras su estómago ruge de hambre, está convencido de que si hubiese seguido con alimentos más pequeños no estaría exigiendo más alimentos como ahora.

—Hola bebé —Saluda Abe al otro lado de la línea.

—Hola Abe, oye ¿Has hablado con Diana? —El rubio frunce el ceño confundido.

Suéter Amarillo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora