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—¿Fumas?—Preguntó Damian al ver que su amigo sacaba una cajetilla de cigarros de su mochila.

—No, los compré y creí que sería agradable darles un paseo en mi mochila, Damian—Contestó el azabache, suspiró—Lo siento, solo estoy-

—Estresado, si—Interrumpió a Dieter—Está bien, es normal.

—¿Quieres uno?—Preguntó, el mayor asintió sacando uno de la caja, Dieter le entregó el encendedor.

Luego de la charla en el café había vuelto a la universidad a ver a Damian, este estaba en la biblioteca, ambos comenzaron a caminar juntos y ahora estaban mirando a los autos pasar a grandes velocidades en la carretera bajo el puente en el que se encontraban de pie.

Damian miró un momento al azabache, este estaba concentrado en el pasar de los autos, o eso parecía, sus ojos decían que estaba pensando en otras cosas, más cosas que la universidad, más cosas que lo visible en su día a día mientras el viento estaba revolviendo su rizado cabello y el humo del cigarro desaparecía apenas lo soltaba.

Se quedó pegado en esa imagen un momento, sus ojos desearon bailar la imagen de la realidad, esa que hasta el momento no había visto en el chico.

Abrumado se veía real.

—¿Estás bien?—Preguntó, entonces la imagen resbaló, el menor lo miró con el mismo rostro de siempre.

—Si, ¿Por qué preguntas?—Damian negó.

—Por nada.

En realidad quería decirle que era raro que siempre estuviese tan neutro, si lo hubiese hecho quizás Dieter hubiese evadido el tema.

Él no era siempre así, pero le daba miedo mostrarle imperfecciones a Damian y que este se fuese cuando ya se estaba aferrando tanto a su presencia, cuando ya estaba tan dentro de su mente.

—¿Te gustaría acompañarme a hacer unas compras mañana? Puedo invitarte a comer a mi casa si quieres, así te alejas un poco de ese proyecto, además es viernes, ya llevan dos días y al parecer te tiene cansado.

—No es el proyecto, es mi compañero, la chica del grupo intenta ser amable, pero él siempre hace comentarios desagradables.

—No lo escuches.

—No es tan fácil—Dieter hizo una mueca mirando directamente hacia los ojos del castaño, separó la mirada rápido nervioso—Lo he intentado—Miró como la nariz del mayor se ponía rojita por el viento—¿Y si nos vamos? Te estás poniendo rojo.

—¿Qué? ¿En serio?—Sus manos tocaron su rostro.

—Si, eres bastante blanco, es por eso—Dieter sacó sus pies de los espacios entre fierros del puente—Y está comenzando a helar.

Damian comenzó a sentirse extraño viendo al menor mientras la gente seguía pasando furiosamente rápido a su al rededor.

—Está bien, vámonos.

Sintió que se veía bien bajo toda la luz de la ciudad, sintió que se veía bien mientras el vaho y el humo de cigarro salía de su boca mezclándose.

—¿Tomamos un bus?—El castaño asintió tragando con dificultad.

Está siendo raro.

—Si, mejor—Contestó comenzando a seguirlo uniéndose a toda la gente apurada de la urgente capital.

...

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