𝙶𝙸𝚁𝙻 𝙰𝙻𝙼𝙸𝙶𝙷𝚃𝚈 || 𝒄𝒉𝒓𝒊𝒔 𝒆𝒗𝒂𝒏𝒔

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CHAPTER SIX

—¡Brooke, arriba!— gritó mi hermana— ¡Auch! ¿Por qué me tiraste eso?

—Se me parte la cabeza, idiota, deja de gritar y sal de mi cuarto— murmuré.

Me levanté como todo los días, en contra de mi voluntad.

Una vez que estuve lista bajé a buscar unas pastillas para el dolor de cabeza. Ni siquiera había bebido mucho en la fiesta porque no soy de beber alcohol.

—Buen día estrellita, la tierra te dice hola. ¡Auch! Eres una agresiva— Nate se sobó la cabeza por el golpe que le había dado.

—Háganme un favor y cállense ya— dije mientras me servía un vaso con agua.

—Debemos ir al estudio, papá llamó para que le llevemos estas carpetas— las señaló y asentí— Nos quiere ahí para la 8 y 30.

—¿Y qué hora es ahora?

—8 y 15— gruñí.

—¿No puedes avisar más temprano? Vamos ya. Busca a Jane— los tres salimos, luego de agarrar lo que necesitaríamos, apresurados de la casa y subimos a la camioneta.

Nate condujo hasta el estudio. Cabe recalcar que tenía una arquitectura preciosa.
Caminamos hasta la entrada donde un guardia nos retuvo.

—No pueden pasar.

—Somos hijos de Jason Coleman.

—¿También ella?— hizo referencia a mi presencia.

—Sí, soy su hija Brooklyn— aclaré.

—Oh, disculpen, adelante, por favor— agradecimos y pasamos dentro.

Que fácil.

Claro que me quedé atrás por estar admirando el lugar. Me tomé el atrevimiento de hacerme un tour por el lugar. En el camino me volví a encontrar con los hermanos Russo, los cuáles me volvieron apretujar como bebé recién nacido.

—¡Brooklyn!— escuché y levanté la vista.

Era Robert. Y a su lado estaba... Paul Rudd.

Repito, Paul Rudd.

Cálmate, Brooke, no te alteres.

Con Robert nos dimos un abrazo para luego girarnos y quedar frente a Paul.

No se lo digas.

—¡Hola, Brooklyn! Soy Paul Rudd, es un gusto conocerte. Escuché mucho de ti.
No pude conocerte ya anoche porque me surgieron unos pendientes y se me dificultó ir— explicó y yo ya no le entendí una palabra porque me perdí en sus ojos.

—Hola, Paul— no se lo digas— Eres mi favorito, amo cada una de tus actuaciones— y se lo dijiste— ¿Podría darte un abrazo?— el sonrió resplandeciente y abrió sus brazos.

No dudé ningún segundo.

—Me halagas, en serio. Muchas gracias, Brooklyn.