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CHAPTER FORTY-ONE

Salí de mi habitación con las llaves en mano y fui directo a buscar a Chris.

—¡Christopher, por amor a Dios, dime que tú no pusiste estas llaves en mi mesa!— puso el café en la mesa.

—¡Brooke, se suponía que tenías que quedarte todavía en la cama para que que te lleve el desayuno!

—¿Fuiste tú, Christopher?— insistí.

—¿Nos despertamos bravas, eh? Primero que nada: Buenos días, mi amor. Segundo: Feliz cumpleaños, preciosa. Tercero: Fui yo, pero es un regalo de tu padre— solté un suspiro.

—Un momento, ¿feliz cumpleaños?— fruncí el ceño.

—Brooke, hoy es 18 de agosto. Tu cumpleaños, mi amor.

—Vaya, lo había olvidado. Estoy vieja— lloriqueé— Pero no tan vieja como tú— me burlé.

—Que graciosa. Ven aquí, mi amor— me abrazó fuertemente y dio varias vueltas conmigo— Te quiero tanto, Brooke. Ojalá sigas poniéndote vieja a mi lado.

Reí y lo besé— Tú también, Christopher.

—Seremos viejitos juntos y nuestros nietos se burlarán de como bailaremos— reí divertida, luego me di cuenta de lo que había dicho.

¿Chris quiere formar una familia conmigo?

Hijos. Nietos. Hijos. Nietos.

Creo que me desmayaré.

—¿Viste las dalias que te dejé en tu cama?— salí de mi trance y sonreí inocentemente— Supongo que no porque estabas que te llevaba el diablo.

—Vamos, ahora las veré— tomé su mano y juntos fuimos a la habitación— ¡Son hermosas! Gracias, mi amor.

—Tú regalo está dentro, mete la mano— fruncí el ceño y metí la mano entre las flores.

Saqué un sobre color beige y lo abrí.

—Señorita Brooklyn Coleman, ¿quisiera usted conocer Italia junto a mi?

—No lo puedo creer— dije en un hilo de voz.

—Y antes de que digas algo, es mi regalo, y no quiero que me reclames por el dinero. ¿Estás llorando?

—Siento que no lo merezco, Chris— admití, sentándome en la cama— Es mucho.

—Mi amor, cállate— hice un puchero y él se arrodilló frente a mi— Te quiero, Brooke. Te mereces esto y mucho más. Sólo acepta y disfrutemos juntos.

—Te quiero, Chris. Muchísimo. Gracias por esto— lo abracé y dejé muchos besos por su carita preciosa, provocando que se riera.

—Ve a ver el regalo de tu padre.

Y ahí entraba mi señor padre. Miré atontada el auto que tenía frente a mi.

—No puede ser.

Mi padre era el ser más terco de éste planeta. Le dije que yo me compraría el auto.

𝙶𝙸𝚁𝙻 𝙰𝙻𝙼𝙸𝙶𝙷𝚃𝚈 || 𝒄𝒉𝒓𝒊𝒔 𝒆𝒗𝒂𝒏𝒔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora