Capitulo 2

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Escuché una vez más la voz ronca de Trevor llamarme. Me giré para encontrarlo apoyado en una de las cercas de su perfecta casa de ensueño.

- ¿Quieres que te ayude con eso? – preguntó mientras me veía hecha un lío con los troncos en un intento fallido de llevarlos en mis manos.

No iba a ceder, era orgullosa por naturaleza.

- Puedo sola – respondí.

Tomé los troncos como pude en mis brazos y caminé por la escalera rumbo a mi casa.

Creo que lo escuché soltar una risa, porque aquello de burlarse de los menos favorecidos, en este caso yo, se había vuelto un habito en él.

- ¡Mierda! – lancé con fuerza los troncos a un lado del suelo de madera.

Me había dolido como un demonio el cargar aquel pesado material sobre mis ampolladas manos.

Metí algunos en el agujero de la chimenea, y agradecía al todo poderoso de haber conocido los pasos correctos a seguir para encender el fuego en mi grupo de excursión.

Pasaron un par de minutos para que la chimenea cogiese fuerza y el fuego empezará a calentar el frío ambiente de aquella casa, sin más que una vieja manta cubierta de polvo para ofrecerme abrigo decidí usarla.

Cerré mis ojos con fuerza mientras llevaba mis manos cerca de la chimenea para calentar mi cuerpo, sabía que había una gran posibilidad de que varios bichos estuvieran dentro de la casa, pero ahora no iba dar mi brazo a torcer.

Pestañee un par de veces y finalmente me quede dormida.

El ruido de un auto, ladridos de un perro.

Abrí mis ojos de golpe, la chimenea se había apagado por completo y el viento empezaba a golpear con fuerza a través del vidrio de la ventana.

- ¿Qué hora es? – pase mis muñecas por mis parpados.

Observé la hora en el reloj de mano. Las nueve de la mañana.

- Mierda, es tarde ya – me levante del suelo, acomodé algunas cosas en el viejo mueble y me asome por la venta para poder ver que era lo que ocasionaba tanto ruido.

Vi a Trevor subir algunas cosas a su camioneta Ford de color azul. Su perro Neptuno estaba subido encima de esta y ladraba juguetonamente.

- Espera un minuto nada más – lo escuche hablarle al perro.

Y como si se sintiera observado en ese momento, giró su vista de reojo hacia mí.

Cerré la ventana.

- Idiota – me susurre a mí misma.

¿Porque has husmeado?

- ¡Buenos días vecina! – lo escuche gritar.

Fingí que no lo había escuchado.

Tomé algunas de mis cosas del equipaje y me dirigí al cuarto de baño para darme una ducha. Cinco minutos habían sido suficientes para estar lista, iría al pueblo en busca de víveres.

Estaba casi lista, debía encender solo mi auto e ir hasta la tienda que según Trevor quedaba muy cerca de donde vivíamos.

- Buen día – lo salude cuando salí del interior de la casa.

No me respondió nada siguió en su trabajo.

Seguí mi camino también hasta mi auto y abrí la puerta del conductor para poder marcharme a la tienda de vivieres, gire la llave y el auto no encendió. Intente una vez más pisando el acelerador y tampoco funcionó.

Bajo tu PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora