Capitulo 12

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Seguí a Trevor cuando se dirigió a la parte trasera de la casa para ir en busca de la extraña figura que había visto hace unos segundos

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Seguí a Trevor cuando se dirigió a la parte trasera de la casa para ir en busca de la extraña figura que había visto hace unos segundos.

— Te he dicho que te metas en la casa —me pidió.

Pero no le obedecí.

— No voy a dejar que te vayas detrás de Renzo, puede ser peligroso —lo tomé de su brazo en un intento de hacerlo cambiar de parecer—. Entiende, puede ser peligroso.

— No le temo a ese imbécil —Trevor sujetó en sus manos una pala—. Ahora devuélvete y metete a la casa —me ordenó una vez más.

— Pero...

— Alena —fijó su vista en la mía.

Apreté mis labios a lo que había dicho.

— Adentro estarás segura.

Giré me figura furibunda por lo que me había pedido, sabía lo peligroso que podría ser su encuentro si era que se trataba en realidad de Renzo.

Entré a la casa y puse el seguro en la puerta, me aseguré de que todas las partes por las que Renzo posiblemente entrara estuvieran cerradas, la única compañía en aquel momento era Neptuno y no dudaba que el perro me advertiría si algo malo se acercaba.

Temía por Trevor, pero no me iba a quedar de brazos cruzados, si en mis manos estaba defenderlo y atacar a Renzo lo haría sin pensarlo dos veces.

Me aferre a mis piernas asustada, y temiendo lo peor, Neptuno poco después se despegó de mi lado para ir a la entrada principal de la casa, batió su cola y escuché la voz de Trevor por toda la sala.

— No había nadie allí afuera —me dijo dejando a un lado la pala—. ¿Estas segura de que lo has visto?

— Sí, es decir..., creo haberlo visto. O quizás ya he enloquecido que lo veo todas las malditas partes de la casa —me lleve las manos a los cabellos desordenándolos.

La presencia de Renzo era un verdadero martirio para mí, para Trevor, para ambos, no iba a dejarme hacer mi vida sin él, primero tendría que matarme para que pudiera lograrlo.

Temía lo peor.

— Está bien, te creo —Trevor me rodeo el cuerpo con sus brazos—. Quizás debamos regresar a la cama, te ves cansada y deberías descansar.

— Tú me creerás siempre ¿verdad? —le pregunté.

— Por supuesto que si —respondió al mismo tiempo en que depositaba un beso en mi sien—. Pero ahora me preocupan otras cosas.

— ¿Qué tipo de cosas te preocupan?

— Nuestra seguridad por ejemplo, hare algo al respecto.

— ¿Qué piensas hacer?

— Tengo algo en mente, quizás después te lo diga.

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Bajo tu PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora