Capitulo 25

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Visualizo desde el marco de la puerta la figura de Trevor abrazado a Estella, desde que la habíamos traído con nosotros a casa no se había despegado ni un segundo de ella

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Visualizo desde el marco de la puerta la figura de Trevor abrazado a Estella, desde que la habíamos traído con nosotros a casa no se había despegado ni un segundo de ella. Y para mi propia sorpresa ella no parecía incomodarse con la compañía de su padre a todas horas.

Siete meses en el vientre y dos de cuidados para que al final decidiese estar pegada más a él que a mí misma.

Los bebés son realmente más indescifrables que los mismos hombres.

- Buenos días – doy un golpe a la puerta y Trevor es el primero en abrir sus ojos.

Gira su vista hacia el reloj de mesa y luego la fija en mí.

- ¿Que..., que hora es?

- Las nueve de la mañana – me cruzo de brazos-. Estas malacostumbrando a la lenteja a sus horarios de comida.

Acerco mi figura hasta la cama para tomar a nuestra hija en brazos.

- No me di cuenta de cuánto tiempo había pasado – se pasa las manos por la cara-. ¿Y tú desde que horas estas despierta?

- Diría que desde las cinco, creí que Estella se despertaría un poco antes pero he visto que no. Realmente disfruta dormirse contigo, y yo disfruto que no me despierte a la una de la madrugada. No me quejo.

- Le lenteja y su padre hacen un buen equipo, ¿verdad? – toma entre sus manos su pequeña manito y le sonríe-. Tu madre no quiere hacer ese viaje en mini van como parte de nuestras vacaciones.

- Es muy pequeña aún Trevor, solo tiene cuatro meses.

- Papá te llevara a recorrer todo el país, ya verás.

Suelto una risa cuando ella se echa a llorar.

- Creo que papá tendrá que esperar primero a lidiar con los cólicos.

- En eso eres mejor que yo – me roba un beso-. Preparo la mesa para el desayuno y nos vamos para la fundación, ¿te parece?

Asiento a su pregunta mientras él deja la habitación y camina rumbo a la cocina.

- Hola pequeña estrella rubia – me dirijo a mi hija-. Eres hermosa, muy hermosa – jugueteo con su nariz.

Tener a Estella en nuestras vidas había sido la mejor terapia para superar lo que había sucedido con Renzo. A pesar de que aquella noche en la que irrumpió en nuestras casa y en la que defendí a mi familia en defensa propia necesite declarar ante un jurado de la corte, el pensar de que una vez más podía pagar una condena injusta en la cárcel me horrorizaba, pero no más el hecho de que estuviera lejos de las personas que más amaba como lo eran mi hija y Trevor.

Por fortuna y gracias a todas aquellas personas que estuvieron allí para mí en el momento indicado pude ser declarada inocente, Renzo había escapado de la cárcel con la única intención de llevarme con él y asesinarme, según algunas confesiones en el juicio su celda estaba repleta de hojas de papel con mi nombre escrito en ellas, y unos cuantos garabatos que simulaban mi figura y la de él.

Bajo tu PielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora