Reparé el tejado de la casa al igual que las goteras que habían dispersas por allí.
-Parece que ya está -suspiré limpiando las gotas de sudor que bajaban por mi frente.
Escuché una risa burlándose de mí.
Trevor.
- ¿Qué? -protesté desde la escalera en la que me encontraba subida-. ¿Tú de que te ríes? ¿eh?
Lo señalé con mi dedo.
- Soy libre de reírme ¿no? -se cruzó de brazos.
- No te estas riendo, te estás burlando -me quejé sin prestarle importancia.
Mis ojos se centraron en el principal problema de las goteras, había una enorme rama de un árbol sobre el techo que había roto parte de la canal al caer. Tendría que subir un poco más para poder alcanzarla y reparar el daño con el pegamento.
Subí un poco más los peldaños de la escalera y estire uno de mis brazos para tomar la rama en mis manos.
- Demonios, está muy lejos -luché para tomarla en mis manos pero finalmente lo logré-. Perfecto -sonreí con la rama en mis manos y escuché el leve crujir de algo.
La escalera empezó a tambalearse hacia atrás.
- ¿Qué..? ¿Qué sucede? -pestañee nerviosa sosteniéndome con fuerza.
La escalera siguió cayendo hacia atrás, cerré mis ojos y grite.
- ¡Cuidado! -el grito de Trevor me tomo por sorpresa.
Espere golpear con el suelo, con algún arbusto, pero por el contrario caí junto a él a un lado de mi casa, justo en su jardín, arruinando sus flores.
Levanté mi rostro y me encontré con sus ojos azules claros y su cabello desordenado al igual que su barba.
- ¿Te duele algo? ¿Estás herida?
Negué con mi cabeza.
- Tus flores se han apachurrado - suspire levándome del suelo-. ¿También me pedirás que las pague?
- Deja las estupideces -dijo como un reclamo-. Te dije que esa porquería no tenía arreglo, ¿por qué eres tan terca? Subirte allí arriba es peligroso.
- No tengo a nadie que me ayude -limpié la tierra de mis manos-. Tampoco necesito ayuda de nadie, puedo hacerlo sola.
Caminé con mi frente en alto.
- Te has raspado-me detuvo de la muñeca y señaló mi brazo.
- Suéltame -lo hice a un lado.
- ¿Así le pagas a quien te salvo?
- Es lo único bueno que has hecho desde que llegué -apreté mis ojos porque en realidad había comenzado a sentir el ardor en aquella parte de mi cuerpo.
- ¿Tienes al menos primeros auxilios para eso?
Me quedé en silencio.
- Sí, si tengo -dije al par de unos segundos-. Debo terminar el trabajo, llevo una semana intentando que esto no se vea como una pocilga -usé sus mismas palabras para describir mi casa.
- Quédate aquí, iré por algunas cosas a mi casa.
- ¿Por qué tendría que obedecerte?
- Tú siéntate y nada más -me tomo de los hombres fijándome al suelo.
- Animal salvaje -murmure.
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Bajo tu Piel
RomanceTras la repentina muerte de su esposa el millonario empresario Trevor Argall se encierra en un mundo de total soledad, aislado en una vida totalmente diferente a la que llevaba, convirtiéndolo en un hombre arrogante y desinteresado por las cosas del...