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Está perdida

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Está perdida. Logró hacer lo que ella nunca pudo, o nunca tuvo el valor de hacer. Polly escapó y su huida terminó sumándose a los acontecimientos de esa noche que quedarían grabados en su memoria por el resto de su vida.

En su mente aun podía sentir la textura de sus labios contra los suyos, su calidez, su sabor. Podía sentir la electricidad que sus dedos desprendían contra la piel de su cintura y lo bien que se sentía estar entre sus brazos. Y también recordaba con exactitud la cara de su madre al ir a buscarla. Luego de eso solo hay trozos confusos que no se molesta en completar. Recuerda el corredor lleno de miradas, el miedo que sentía entrarle por la venas de forma penetrante.

Miedo de ellos. Miedo a lo que pudieron hacerle.

Y luego...

El ataque de pánico.

Su padre. De alguna manera había logrado llegar hasta el estacionamiento y encontrar a su padre esperándola a ella y a su esposa junto a su auto. Corrió más y no lo pensó dos veces para lanzarse a sus brazos y refugiarse en el pecho de su padre. El la sostenía con firmeza, evitando que callera, protegiéndola, arrullándola. Pero fueron sus palabras -las que él sabía que ella necesitaba escuchar, al conocer el origen de su miedo- las que finalmente lograron calmar por completo a su corazón.

–Shhh... Tranquila, cariño. Ella escapó.

Ella... lo hizo.

Polly había escapado esa noche. Había saltado por la ventana en un intento desesperado por escapar de ese espantoso lugar. Ahora nadie sabía donde estaba. Perdida y probablemente herida, a juzgar por la sangre que fue encontrada en los restos de su ventana y también muy embarazada según se había enterado por Betty. Lo peor de todo es que esa noche no podrían hacer nada, mucho menos hacer un escandalo de ello, porque según palabras de su madre, los Blossom no podían enterarse sin que empezaran a sacar sus antorchas y tridentes.

Por ahora lo único que podía hacer era ocupar su mente con otra cosa, o sino se volvería loca... más loca. Y sabía exactamente quien la ayudaría a ocupar su mente.

–Buenos días, Sr. Andrews –saludó con una brillante y cálida sonrisa al hombre con aspecto somnoliento que la recibió en su puerta.

–¿Rox? –dijo confundido de encontrarse a la muchacha.

Extrañado se inclinó hacia delante, asomándose por el borde de su casa buscando el cielo, notando que el sol no estaba aun en él. Y como si su instinto paterno se activara entre tanta somnolencia comenzó a preocuparse de que algo estuviese pasándole -que así era, pero él no tenía por qué saberlo- algo que la obligase a presentarse ante su puerta tan de temprano.

–¿Pasa algo? Son las seis de la mañana.

–Perdón, si lo desperté. –dijo, viéndose apenada por solo un instante antes de volver a su sonrisa y extenderle una taza humeante frente a él. –Le traje un café de disculpa.

WHITE QUEEN  | RiverdaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora