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Contemplaba su reflejo frente al espejo rodeado de luces que la enfocaban y no dejaba ningún rasgo o defecto por pequeño que fuese esconderse tras una sombra. Y sus ojos, como ya era costumbre, se concentraban en esas marcas tan cerca de sus clavículas. Eran tres de ellas cada una más larga que la anterior, pero sin dejar de verse como simples rasguños, o al menos eran los que su madre le repetía constantemente.

Para Rox esas marcas sobre su pálida piel eran tan llamativas como el tatuaje de un pene en la frente. La más grande, de poco más de cinco centímetros, era la que estaba más cerca de su corazón y la que primera que sus ojos siempre buscaban. Existía una cuarta cicatriz, la más pequeña y la que en verdad tenía apariencia de rasguño. Estaba sobre su cuello, justo sobre ese conducto de sangre tan vital para la vida. Rosadas y un poco abultadas, eran su recuerdo eterno de esa noche –Me las merezco, pero aun así me avergüenzan. –Se dijo a sí misma, con los ojos humedecidos, antes de tomar con rabia una esponja que empapó con maquillaje comenzando como cada día su rutina para cubrir cada una, y con ellas los secretos que ocultaba del mundo.

Base, corrector, polvo, bronceador, iluminador, rubor... no, aun no. Necesito... algo de sombra en los parpados, delineador, rímel. ¡No! Maldición, tengo que volver a hacerlo. Una, dos... Tres capas están bien...

–Perfecto. –susurro para ella misma.

Ahora frente a ella había alguien completamente diferente. Su piel brillaba y bajo sus ojos no había evidencia del cansancio que su cuerpo y mente sentían. Las cicatrices no existían y tampoco la pena o el dolor. Odiaba su reflejo tan deteriorado, con la piel de un color enfermizo y lleno de esas marcas imborrables. Pero más odiaba esa imagen que ahora se reflejaba. Tan falso como ella, pero el único aceptado por la sociedad y por ella misma.

Sus labios se estiraron de esa forma tan mecánica, pero que los ojos de otros recibían como una espléndida sonrisa.

No, aun no.

No era perfecta, aún quedaba un detalle.

Sus ojos dejaron ese vacío reflejo y recorrieron la superficie de la mesa en su búsqueda hasta encontrarlo. Lo tomó con algo de temblor por una repentina debilidad que la absorbió al sentirse turbada. Quería gritar, llorar, no salir nunca de su habitación y acorrucarse en su cama simulando que su existencia no existe, pero no podía hacerlo. No esa noche. Mordió su labio inferior con fuerza hasta hacerlo sangrar pera detener su temblor y con ello sus ganas de liberar el llanto que se sacudía en su interior.

–No puedes hacer esto hoy. –gruño a su reflejo, molesta por verse a ver tan débil. –Eres una reina, compórtate como tal. –Destapó el cilindro y pintó sus labios con ese color rosa que era una religión para las Cooper y sin volver su mirada al espejo abandonó la habitación.

//

Sus pisadas fuertes y contundentes le abrían paso a la Reina Blanca por los pasillos de la institución siendo flanqueada Mia y Camille con el mismo aire de grandeza. Con la frente bien en alto y una sonrisa resplandeciente había convertido ese simple corredor en su alfombra roja viéndose en ella como toda una celebridad.

WHITE QUEEN  | RiverdaleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora