Seven

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Chan se encontraba acostado en su cama. Su sudadera había desaparecido, dejando a la vista su playera blanca y entallada. Aún vestía su pantalón de vestir pero ahora iba descalzo.

Miraba hacia el techo de su habitación, meditando lo que había pasado en la sala de juntas y maldiciendo la idea de sus padres y los de Vernon.

¿Por qué Moonbyul y no él?

Incluso la chica parecía en contra de ello, una postura que dejó en claro en el carro, mientras los tres iban de vuelta a su casa. Y a pesar de que lo había estado viendo directamente a él, Chan simplemente había rodado los ojos.

–Calma, Moonbyul, sabes que es todo tuyo.

–Sí, como no –murmuró Wheein, sentada en medio de ambos mientras el chofer metía el auto por el camino hacia la entrada de la enorme casa en la que vivían–. Chan, ¿por qué no mejor confiesas que te gusta?

El menor bufó, divertido.

–No me gusta, ¿de acuerdo? –Les dijo de manera condescendiente–. Y si me disculpan, tengo que ir a planear una cita con Yeonjun.

Las chicas lo miraron con sombro mientras él salía del auto de inmediato y caminaba de manera apresurada hacia la entrada de la casa y huía a su habitación, en el tercer piso.

Y en cuanto había llegado a ella se tiró a la cama y no se levantó ni una sola vez.

Evidentemente no llamaría a Yeonjun, jamás había hecho aquello. Llamar una segunda vez a un chico con el que se había acostado no era su estilo... pero siempre había una excepción, ¿verdad?, ¿y por qué esa excepción no era Vernon?, ¿por qué demonios sus padres no habían pensado en él para llevar a cabo aquel plan?

Por la mirada que Vernon le había lanzado durante toda la junta, Chan quería creer que el mayor no habría puesto esa absurda condición sobre el contacto físico si se hubiera tratado de él, ¿o sí? Porque a Chan le hubiera encantado probar aquellos apetitosos labios que habían llamado su atención desde que los había visto en persona por primera vez, disfrutarlos en cualquier parte, sin importar si las cámaras o las personas a su alrededor lo notaban.

Pero no, claro que sus padres habían elegido a Moonbyul, la hija más tranquila de los tres, ¿acaso ellos ni siquiera se habían dado cuenta de que su hija era asexual?

Chan rodó los ojos. Los adultos eran demasiado extraños.

Estaba tan metido en sus pensamientos que no se dio cuenta de que estaban tocando a su puerta hasta un minuto después.

Frunció el ceño, ¿quién lo estaría buscando en ese momento? La única razón por la que alguien iba a tocar su puerta era porque alguno de sus amigos iba a casa, pero la mayoría estaba de vacaciones, y cada vez que a Jun se le ocurría visitarlo primero le llamaba o le enviaba un mensaje antes. Y a menos que se tratara de una sesión de fotos o entrevista o reunión que hubiera olvidado, nadie debía estar buscándolo.

¿Qué pasaba si simplemente se negaba a abrir y fingía que no estaba?

Pero al parecer la persona afuera de la habitación no estaba dispuesta a rendirse tan fácilmente, por lo que Chan terminó gruñendo y poniéndose de pie.

–Ya voy –dijo con cansancio, mientras se acercaba a la puerta. Pero cuando vio quién estaba el otro lado, sus ojos se abrieron con sorpresa–. ¿Vernon? –Preguntó confundido.

El mayor estaba cruzado de brazos y recargado en el marco de la puerta. Su saco había desaparecido y las mangas de su camisa estaban dobladas hasta la altura de sus codos. Sus musculosos brazos se marcaban a través de aquella tela negra, haciendo que Chan babeara internamente.

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