Twenty-four

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Chan estaba desnudo, en cuatro y en medio de su cama, mientras Vernon detrás de él, también desnudo, amasaba sus nalgas con lentitud, escuchando cómo Chan ya empezaba a gemir y a mover sus caderas.

–No quiero que te contengas, ¿está bien? –Preguntó Vernon, con voz ronca y sensual, que hizo que el menor respondiera soltando un alto jadeo, que fue como música para los oídos del mayor–. Así me gusta –susurró, dando una pequeña palmada en su nalga derecha, escuchando un gemido instantes después.

Por fin se inclinó hacia el menor, directamente a su trasero, tomando sus glúteos y separándolos. Chan de inmediato se tensó. Creía saber lo que el mayor tenía planeado hacer, y si bien la idea le llamaba la atención, se sentía bastante nervioso al estar así de expuesto ante alguien.

–E–espera... –dijo entre jadeos, pero Vernon ni siquiera lo escuchó, pues en ese momento enterró su cara entre sus nalgas y metió su lengua en la entrada del menor, haciéndolo gritar de placer debido a aquella excitante sensación que recorrió su cuerpo.

Vernon sonrió por todo lo que el menor estaba gimiendo con fuerza, aferrándose a las sábanas debajo de él, las incoherencias que salían de sus labios acompañadas de su nombre mientras su húmeda lengua entraba y salía de él.

Vernon, hipnotizado por finalmente escuchar al menor de aquella manera, quiso más de esos sonidos que eran música para sus oídos, por lo que además de usar su lengua para volver loco al menor, pronto separó sus manos de aquellas esponjosas nalgas y comenzó a estamparlas en ellas, primero en la derecha, después en la izquierda, imponiendo un ritmo un tanto rápido.

Chan sabía que no debía morder sus labios o enterrar su cabeza en la almohada debajo de él, pero todas las fuertes sensaciones que el mayor se encargaba de entregarle se lo estaban poniendo difícil. Altos gemidos, gritos que comenzaban a hacer que su garganta ardiera, el nombre del mayor dicho a todo pulmón mientras cada una de sus manos se estampaba en su cuerpo de esa manera tan fuerte y excitante a la vez.

El menor sabía que no aguantaría mucho, pero ni siquiera podía decir algo coherente para ese punto más que incomprensibles sonidos de placer, por lo que no le pudo avisar a Vernon que se correría hasta que lo hizo, gimiendo más alto que las veces anteriores, dejándose caer sobre la cama, sin fuerza en los brazos para seguir en la posición que el mayor le había impuesto.

Vernon se dio cuenta de ello y detuvo sus nalgadas y su lengua, separado su rostro del cuerpo del menor y viéndolo desde arriba, respirado con dificultad, aún con la bruma de su orgasmo en los ojos. Y Vernon supo que ninguna otra sesión de fotos o pasarela del menor se podría comparar con la bella imagen que tenía frente a sus ojos en ese preciso instante

–Luces más hermoso que cualquier otro día –soltó sin poder contenerse. El menor giró un poco su rostro hacia él, aún con su cabeza sobre la cama y su trasero al aire, pero sonriendo de manera coqueta.

–Me empalagas con tu nivel de romance –le dijo con sarcasmo, su voz estaba un poco ronca por los gritos que había pegado unos minutos antes.

Vernon rió por su comentario y se acercó al rostro del menor, cubriendo su cuerpo con el suyo. Cuando estuvo a la altura de sus labios, comenzó a besarlos de manera lenta, restregando su erección en las nalgas del menor, quien se encendió de nuevo.

–¿Quieres otra ronda? –Preguntó el mayor enterrando una de sus manos en el sedoso cabello de Chan.

–Tenemos mucho tiempo hasta que lleguen nuestros padres –respondió él, con la voz un poco pesada por el deseo que comenzaba a invadir su cuerpo–. Hay que aprovecharlo.


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