『Capítulo 3』

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Advertencia: Este capítulo contiene escenas de contenido maduro que puede resultar un tema sensible para la audiencia. Así que les sugiero discreción si no se siente listo para el contenido que verá a continuación.

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Cuando termino de ducharme me envuelvo en mi toalla saliendo del baño. Camino hacia mi armario y elijo unos pantalones cortos junto con una blusa de tirantes color blanco.

Me tiro sobre mi cama y enciendo la televisión busco una película entre las diferentes opciones que se mostraban ante mis ojos opto por la película Divergente.

Cuando terminó de ver la película, me percato de que estaba empezando a llover, camino hacia las ventanas y veo las gotas chocar contra el cristal deslizándose por el hasta descender y dejar de ser vistas.

Después de unos minutos observando por mi ventana me siento cansada, así que decido acostarme y descansar por unas largas horas.

—Por favor no me toques —suplico llorando.

—¿No sabes que tienes una deuda? —pregunta burlón aquel hombre sin ninguna compasión por mi.

—Te pagaré, lo prometo —respondo entre lágrimas.

—Ya se te fue el saldo y no quiero ese tipo de pago —contesta deslizando las yemas de sus dedos por mi hombro.

Me aparto, veo la puerta de la habitación abierta y pienso correr hacia ella, pero él me agarra bruscamente por el cabello y me tira hacia la cama.

Intento levantarme, pero él se sube encima de mi cuerpo y empieza a besarme el cuello mientras deslizaba su mano por mi abdomen empieza a desabotonarme la camisa, grité que se detuviera mas no cesó. Me desprendió de mi pantalón y él se despojó del suyo, seguió besándome sin compasión.

Vi como se hacía un lado para buscar un preservativo y colocarlo en su miembro, inmediatamente me alarmé e intenté escapar, pero él me sujetó el brazo y me golpeó dejándome inconsciente.

Me despierto y lo veo encima de mí, estaba penetrando mi zona íntima, mi sexo en contra de mi voluntad y no tenía las fuerzas para detenerlo.

—No... detente, me haces daño —intento hablar con las pocas fuerzas que me sobraban. En cambio él continuaba a pesar de que yo estaba llorando y suplicando casi en un susurro que se detuviera.

Me levanto exaltada con lágrimas en mis mejillas. Siento un terrible dolor de cabeza e intento tranquilizarme diciéndome palabras de aliento, me abrazo a mí misma procedo a cubrirme la cabeza con mi sábana para pensar durante unos minutos.

Me levanto dirigiéndome al baño, abro la llave del grifo y mojo mi cara, suspiró con dificultad me mirando en el espejo.

—Tranquila Emma, eso ya pasó...  no eres la misma de antes —hablo intentando dándome ánimos para no decaer.

Salgo del baño yendo a mi dormitorio a buscar unos zapatos me los pongo para salir de ahí, bajo las escaleras al primer nivel de mi hogar, me acerco al llavero que está en la cocina tomo mis llaves y unos cuantos dólares de una pequeña alcancía que hay en la alacena. Salgo afuera de la casa, y noto que ya atardeció, por lo que el vecindario está oscuro, pero aún asi debo trotar. Termino de cerrar la puerta principal y comienzo a correr por la vereda.

Corro lo más que puedo con destino al parque de la ciudad, el cual es un lugar tranquilizante para mí después de la biblioteca. Me ayuda a despejar mis pensamientos

—No pares de correr, Emma —intento alentarme a mí misma, pero en cuestión de segundos me detengo a descansar. Nada más me falta una cuadra para llegar, así que respiro por unos segundos y vuelvo a correr.

•••

Llegué al parque, me siento en una banca al lado de la fuente y suspiro pesadamente. —Tengo que superarlo, tengo que olvidarme de eso, pero... no puedo —piensa mi voz interna haciendo un intento inútil de ayuda.

Pongo mis manos en mi rostro y me desciendo mis manos hacia el sur haciendo presión en mis mejillas. Tengo que aprender a pelear o me volverá a suceder lo mismo.

Elevo mi cabeza y veo una heladería al otro lado de la fuente, decido levantarme para comprarme un tarro de helado de vainilla, lo pago y regreso a la banca.

Le quito la tapa y empiezo a comerlo con la cucharilla que me obsequiaron, miro la fuente junto con el cielo nocturno, era tan hermoso estaba disfrutando de ello hasta que escucho el sonido del crujido de una banca de madera, miro por el rabillo en el lugar de origen y para mi mala suerte... alguien se había sentado a mi lado.

—Una chica tan bonita y además anda sola —habla apenas y noto lo molesta que es su presencia. Vaya frase de ligoteo tan patética tanto como para ignorarlo. —¿Y que tienes guapa? —esta vez me volteo irritada y veo a un chico verdaderamente atractivo.

—¿Qué es lo que quieres? Déjame en paz, lárgate —respondo cortante dejando de la cuchara en el interior del helado deteniendo la degustación del helado.

—Excúsame guapa, me llamo Iván, ¿Y tú? —pregunta sonriente extendiendo su mano.

Por lo que veo, no está en sus planes irse así que me iré yo, cierro el tarro de helado me levanto de la banca de madera y empiezo a caminar lejos de él.

—¡Al menos dime tu nombre! —vocifera Iván haciendo que lo ignore de nuevo y termine de alejarme.

Inexpresiva | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora