『Capítulo 24』

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—¿Qué haces aquí? —pregunta la descarada mirándome de arriba a abajo con aires de superioridad.

—A ti no te tiene que importar qué hago aquí —respondo apartándola de la puerta bruscamente.

—Oye —habla agarrándome la muñeca, pero suelto el agarre molesta.

—Que sea la última y primera vez que me toques, ¿oíste? —advierto con una expresión asesina dándole la espalda para caminar.

Subo las escaleras a lo que era mi habitación, noto que todo está como lo dejé. Busco rápidamente una maleta para llevarme mi ropa.

Encuentro la maleta dentro del closet comienzo a recoger toda mi ropa y la arrojo sin cuidado dentro de la maleta, andaba con prisa no tenía tiempo para doblarlas con cuidado.

Al llegar al límite busqué otra maleta negra mucho más grande. Termino de llenarlas y las cierro como puedo con éxito observo la habitación y localizo mi teléfono tirado en el suelo tirado a un lado de la cama, lo tomo y noto que está roto.

«Parece que le dieron un martillazo o algo por el estilo». Pienso mientras hago el intento de encenderlo y para buena suerte mía, aún funciona.

Lo guardo en mi bolsillo y voy a revisar en un cajón donde había guardado mi boleto oculto debajo de otras cosas, sentí como el aire volvió a mi cuerpo cuando lo vi entero. Lo guardo en mi bolso y bajo las escaleras con una maleta para dársela a Ámbar, quien estaba fuera de casa, me adentro de nuevo en la casa para buscar la maleta faltante.

Por el momento no me he encontrado a ninguno de los otros empleados de la casa, con excepción de la descarada de Virginia, quien al parecer se cree la dueña de todo. Llego a la habitación y localizo la maleta, cuando la tengo escucho como la puerta se abre y se cierra seguido de un abrazo sorpresivo por mi espalda.

—Mi amor, llegaste, te extrañaba mucho —comenta Max abrazándome con más fuerza, suelto la barra de la maleta para así forzarlo a soltarme con más facilidad.

—Hola —hablo con un tono tímido dándome la vuelta para mirarlo. Es lo único que me sale decirle en este momento.

—¿Por qué tardaste tanto en llegar? —pregunta mostrándose molesto. —¿Dónde estabas, Emma?

Me quedé mirándolo en silencio porque no tenía nada que decirle y no le podía decir que estaba quedándome con Ámbar porque no sé qué le haría.

—¡Respóndeme, te estoy hablando! —exclama subiendo el tono de voz. Me quedo observándolo, me doy cuenta de que está borracho.

—¿Estás borracho? —cuestiono cambiando el tema.

—Eso no importa ahora... Dime cariño que no te vas —consulta poniendo mi mano en su cara mientras me acaricia.

«¿Y a este qué le pasa? Sufre de cambios de humor, definitivamente el alcohol no le hace bien». Sopeso mirándolo perpleja.

—Tienes que dormir —hablo quitando mi mano para agarrarlo por los hombros y tirarlo sobre la cama.

—Quédate conmigo —pide agarrándome la mano cuando ve que me alejo.

—Bien, pero tienes que dormirte -—ordeno, y veo que él cierra los ojos con obediencia soltando mi mano y se acomoda.

Lo observo durante unos minutos y paso mi mano por encima de sus ojos, pero este no se mueve... Está durmiendo plácidamente, por lo que voy por mi maleta, no sin antes escribirle una nota que pongo al lado de la mesita de noche apagando la lámpara.

Inexpresiva | ✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora