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Rae Cambra.

El silencio en la casa me avisaba que algo estaba mal, muy mal.
Caminé y mire por todos lados, no encontré nada, camine ahora en dirección al jardín trasero, por un segundo me quedé mirando el mar, el cielo anaranjado ,rosado y rojo hacía que el sol tomara un segundo plano, las olas del mar chocando levemente contra la arena haciendo que un poco de ella salpicara a otros lados, esa era la vista de mi jardín.

Risas provenientes del costado de la casa hicieron que me alarmara, caminé y me encontré una imagine tierna,Tomas estaba jugando con los mellizos ¿pero quien lo dejo entrar?.

Hice un ruido indescriptible con la boca haciendo que todos los presentes me miren, los mellizos salieron corriendo mientras reían por lo que Tomas y yo solo los quedamos viendo, al volver mi mirada al tatuado quien también volvía la suya, mis ojos una vez más se conectaron con los de el haciendo que un escalofrío recorra mi cuerpo al sentir como sus ojos podían saber cosas de mi que ni siquiera yo conocía.

—¿Cómo entraste?—pregunté intentando deja mi nerviosismo de lado.
Sus cejas se alzaron mirando.
—¡Tomas!—grite al saber que lo malpenso y el río.

—Los mellizos me dejaron entrar—habló y ya lo miré sin decir nada.

Cuando nuestros ojos se conectaban podíamos hablar de todo diciendo nada.

—Es que vamos a hacer una juntada hoy a la noche y me dieron la tarea de venir a convencerte de ir—habló y por un lado me pareció tierno.

—Tengo trabajo,Tomi—hablé y cierta luz  pasó por sus ojos.

—Daleeee—pidió alargando la letra "e"
—podes llevar a los niños—intento convencerme y vaya que lo logro.

Perdón, no me podía resistir a Tomas Campos y nunca pude.

𝐂𝐚𝐲𝐞𝐧𝐝𝐨 𝐞𝐧 𝐥𝐚𝐬 𝐫𝐮𝐢𝐧𝐚𝐬 | 𝐂.𝐑.𝐎 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora