Adam Collins
Todavía puedo sentir su frágil cuerpo entre mis brazos, esas manos delicadas aferradas a mi camisa, el ligero temblor de sus labios provocados por los sollozos que trataba de reprimir, quizás por vergüenza o por temor a que me burlara, pero como hacerlo si parecía un bello ángel tratando de evitar su caída.
Sus mejillas estaban teñidas de un leve sonrojo, opacado por el surco de lágrimas. La chica que me encontré el día anterior en la cena no se parecía en nada a la que lloró en mi hombro, ella era más atrevida, segura de sí misma y eso me gustó. Me volvió loco la tenacidad con la que respondía a cada una de mis palabras y me sostenía la mirada, pero no me pude contener, la rabia qué sentí al verla en ese estado tan vulnerable me hizo pensar en el idiota con que se fue anoche.
—¿Puedes tomarte la cerveza más despacio? —habla Hugo devolviéndome a la realidad.
—¿Qué decías? —pregunto. Mi mejor amigo me observa con cansancio.
Estamos bebiendo en el departamento que el padre de Hugo le paga para que pase sus vacaciones, y de ser posible, viva luego de comenzar la universidad aquí en Carolina del Norte que de no ser por los contactos del señor Lombardi, en estas fechas sería imposible entrar. Todo está oscuro, excepto por la luz del televisor, que está prendido sin que nadie le preste atención.
—¿Qué te tiene tan distraído? Desde que llegamos estás perdido en tus pensamientos, y dando largos tragos a la cerveza. Te vas a emborrachar y no pienso dejarte dormir aquí, menos te llevaré a rastras a tu casa.
—Es complicado, Hugo —digo tratando de finalizar la conversación, apartando a Nicole de mi cabeza—. ¿Cómo están las cosas en California?
—Adam, no dejaste nada que te interese en California. Acaba de decirme que te tiene así, hazlo ahora y no desvíes más el tema.
—Vale, ¿por dónde empiezo?
—Por el principio, ¿por dónde más? —Se burla y me quita la botella vacía, y alcanzándome otra.
Demoro unos segundos antes de comenzar a hablar.
—Mi madre y yo llegamos hace dos días, su familia en cuanto se enteró nos invitó a cenar para darnos la bienvenida, así que fui a comprar un pastel. En la tienda me encontré con una rubia extremadamente ardiente...
—Espera, detente ahí. ¿Qué tiene que ver eso con Nicole? —interrumpe Lombardi confundido.
—¿Me dejas acabar? —Asiente dando otro trago a su bebida—. Bueno, al llegar a la casa de los padres de Nicole, una chica preciosa bajó las escaleras y mi madre corrió a abrazarla. Todo cobró sentido en mi mente, la chica de la pastelería y la chica a la que mi madre abrazaba eran la misma. Tenía a Nicole frente a mis ojos y no paraba de mirarla embobado.
—¿Estás diciendo que tu amor de infancia sigue siendo igual de hermosa? —pregunta mi amigo con cara de entusiasmo.
—No seas idiota, Hugo —gruño.
—Admítelo, está buena.
—¡Sí, está buenísima! Pero tiene un carácter de perros y es terca a rabiar. —Mi amigo estalla en carcajadas—. Nicole es muy testaruda, se burló en mi cara porque le pregunté a donde iba tan tarde.
—Hermano, estás en problemas —dice y ahora es mi turno de reírme—. Esa chica te gusta.
La confusión me invade.
«¿Me gusta Nicole? No, ella no me puede gustar. No debo dejar que los errores del pasado se repitan, ya pasamos lo mismo una vez, y aunque es cierto que éramos muy jóvenes para enfrentar lo que sentíamos, ahora es demasiado tarde.»
Conversamos un rato más, intentando no caer ora vez en el mismo tema, algo que resulta difícil, porque la rubia de ojos avellana no se digna a desparecer de mis pensamientos. Hugo me habla sobre su indecisión con respecto al tema de sus estudios, que no se trata solo de ir a una universidad, sino de encontrar un motivo, algo que lo impulse a seguir adelante. Lo comprendo demasiado, yo decidí que estudiaría leyes, porque desde lo sucedido entre mis padres, ver a mi madre sufriendo por la incompetencia de los abogados y las influencias de mi padre.
Quiero ser mejor persona que ellos, luchar por los derechos de las personas, y defenderlos ante la injusticia. Comienza a hacerse tarde y las cervezas ya han surtido efecto, causándome un leve mareo.
Decido que ya es momento de que me vaya. Conduzco a poca velocidad por las calles de Raleigh hasta que llego a mi casa. Todas las luces están apagadas, excepto la del porche, indicando que mi madre duerme. Algo en la vivienda junto a la mía capta mi atención, en la ventana del segundo piso las luces están prendidas y una chica observa algo fijamente, lo más deslumbrante es la sonrisa que adorna su rostro. Bajo del auto y el tirón de la puerta causa que mire en mi dirección, parece sorprendida. Ahora, un poco más cerca, puedo distinguir eso que la tenía tan entretenida, unas plantas que reposan en el marco de la ventana.
—Buenas noches, Nicole —digo suficientemente alto para que me escuche.
—Buenas noches, Adam. —Se levanta, cierra la ventana, y veo su silueta a través de las cortinas, hasta que apaga la luz y se pierde en la oscuridad de la habitación.
Cruzo el jardín, y con torpeza busco la llave para abrir la puerta. Trato de no chocar con ningún mueble de esos aún nos quedan por acomodar. En silencio subo las escaleras hasta mi cuarto, me quito los zapatos, la camisa, y el pantalón, quedándome solo en bóxer, y así me tiro a la cama, para caer en un sueño profundo, mientras una rubia baila en la profundidad de mi mente.
ESTÁS LEYENDO
Te quiero para mí [EN FÍSICO]✔
Подростковая литератураDISPONIBLE EN FÍSICO EN AMAZON.COM Y EN GOOGLE PLAY BOOK EN EBOOK Y AUDIOLIBRO. Editorial Volta LIBRO 1 Él se marchó. Ella seguía en el mismo lugar, rodeada por su recuerdo. Un amor inocente les marcó la infancia y la distancia los separó para siemp...