10: ¿Te apetece un poco de café?

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Nicole Campbell

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Nicole Campbell

Despierto por el sonido de la alarma de mi celular, que suena indicando que ya es de mañana, me froto los ojos con cansancio y me levanto de la cama. Estiro las sábanas y recojo el desorden del cuarto antes de meterme a bañar.

En la tarde de ayer recibí una llamada de Beatriz, pidiéndome que la acompañara hoy al centro comercial, después de lo que ocurrió con Mariana, mis ganas de salir de casa quedaron por los suelos, pero a Beatriz no puedo decirle que no.

Luego de tomar una ducha decido usar un vestido de flores, con unas sandalias doradas, algo muy cómodo y apropiado para el calor que está haciendo este verano. Me aplico mascara de pestañas, labial y un poco de perfume. Recojo mi cabello en una coleta y estoy lista.

Como es costumbre, mis padres no se encuentran en casa, así es prácticamente todos los días desde que recuerdo, salen temprano en la mañana, y regresan juntos en la tarde, esa es una de las desventajas de ser médicos, entregas tu vida a los pacientes y al hospital, dejando de lado muchas veces a tu propio hogar. Fueron pocas las reuniones del colegio a las que mis padres lograban asistir, a pesar de que mamá es enfermera, siempre ha estado muy ocupada, al igual que papá.  Desayuno un vaso de jugo de naranja, sin ánimos para comer algo más.

Tomo mi bolso, guardo el celular, y salgo, cerrando la puerta con llave. La distancia de mi casa a la de Adam es mínima, solo las divide la cerca, por lo que no demoro en llegar.
 
Llamo varias veces, golpeo la puerta, hasta toco el timbre; pero nadie responde. Lo intento una vez más, creyendo que nadie abrirá, pero cuando mis nudillos van a hacer contacto con la madera, mi mano queda suspendida en el aire.

La puerta se abre, mostrando unos ojos verdes, que me observan soñolientos, y un cabello despeinado, como si se acabara de levantar. Trae un pantalón de chándal, que cuelga de sus caderas y se ajusta a sus trabajadas piernas. No lleva camisa, dejando a la vista los tatuajes de sus brazos y sus marcados abdominales.

Paseo con descaro la mirada por su figura, y Adam enarca una ceja, con una sonrisa divertida en los labios.

—¿Está Beatriz? —pregunto con la mirada fija en su pecho.

—Se está duchando. Entra, seguro no demora. —Se aparta hacia un lado, permitiéndome entrar.

Al pasar junto a él puedo sentir un ligero olor a alcohol, y vienen a mí imágenes de la noche anterior, cuando se quedó parado en el jardín, mirando hacia mi habitación. La manera en que arrastró las palabras cuando me dio las buenas noches. Seguro andaba borracho. Bufo para mis adentros.

Te quiero para mí [EN FÍSICO]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora