11: Esto no se trata de Jake

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Nicole Campbell

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Nicole Campbell

Aún prevalece la sensación de sus labios sobre los míos, fue algo tan placentero, pero a la vez tan confuso.

Sigo sin comprender por qué lo hizo. En un momento me trata con amabilidad, luego se comporta distante, y después me besa. Sus cambios acabarán por volverme loca. Son demasiadas emociones encontradas, eso que sentía por el chico que era mi mejor amigo, y todo lo que explotó en mi interior al sentir el rose de los labios de Adam, porque, aunque sean la misma persona, muchas cosas cambiaron en los últimos cinco años.

Su sonrisa, burlesca y maliciosa, invade mi mente, pero trato de ignorarla, de alejar el pensamiento que me recuerda lo mucho que disfruté besarlo. Algo con lo que soñé innumerables veces, pasó en el momento que menos esperaba.

Creo que no debería seguir en esta casa, sería demasiado incomodo volver a cruzar miradas con Adam. Decidida a irme, me doy la vuelta, y cuando tomo el pomo de la puerta entre mis manos, una voz que proviene de las escaleras me detiene.

—¡Nicole, estás aquí!

Me giro, con una sonrisa forzada plasmada en el rostro. Beatriz baja los escalones restantes, hasta posicionarse frente a mí. Viste pantalones de mezclilla, que se adaptan a su figura, sin lucir demasiado atrevidos para su edad, acompañados por una blusa blanca de mangas cortas.

—¡Hola, Triz!

—Cariño, espero que no te moleste esperar un momento más, recién acabo de salir de la ducha y no estoy lista.

—Lo siento mucho, Triz; pero no creo que pueda ir al Centro Comercial. —Miento, a pesar de que odio hacerlo.

—¿Está todo bien, cariño? —pregunta confusa.

—Creo que he cogido un resfriado. Anoche me quedé hasta muy tarde en la ventana mientras observaba un cactus que florece una vez al año.

—Nicole, deberías ser más cuidadosa. —Me regaña, como siempre solía hacer cuando era pequeña, se preocupaba por mi bienestar tanto como mi madre.

—De verdad lo siento mucho.

—No, cariño, no lo sientas. Estás enferma, podremos ir en otra ocasión.

—Está bien. Nos vemos luego, Triz —digo, y me volteo, abro la puerta y salgo. Atravieso en menos de un minuto la acera, hasta que llego a mi casa.

El silencio me recibe nuevamente entre las paredes de mi hogar. El espacioso salón, decorado por muebles que oscilan en los colores blanco, gris y negro, nunca me había parecido tan frío como ahora y ciertamente, no tengo ánimos para lidiar con más vacíos. 

Busco mi celular dentro del bolso, tecleo el número de Ashley, que responde luego de tres tonos.

—¿Bueno?

Te quiero para mí [EN FÍSICO]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora