22: Gatito

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Nicole Campbell

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Nicole Campbell

Llaman a la puerta, y supongo que será el repartidor de pizza. Me pongo de pie bajo la atenta mirada de Adam, y no puedo evitar el nerviosismo que me recorre el cuerpo. Sus ojos verdosos sobre mí son capaces de enviar descargas eléctricas por todo mi organismo. La tensión en el aire es palpable, quizá porque ambos sabemos todo lo que puede ocurrir mientras estemos solos. Regreso un momento después cargando con una caja de pizza, a lo que Adam comenta:

—Huele muy bien.

—Pedí mi favorita, espero que no te moleste.

—No estoy seguro si recordarás que ambos nos peleábamos por el último trozo, aquel que tenía más queso, champiñones, o aceitunas.

—Tienes razón —sonrío, y el calor se extiende por mi rostro—. No hemos cambiado mucho.

—No estés tan segura —murmura.

Se voltea y revisa las películas disponibles en la cartelera de Netflix. Dejo la pizza sobre la mesa del centro del salón y voy hasta la cocina a buscar unos platos y refrescos para acompañar.

—Había pensado en una de romance —digo, refiriéndome a la película—; pero si prefieres puedes seleccionar una de acción o de terror.

—Prefiero el romance. Mi padre siempre me obligaba a ver con él películas de acción, y son aburridas. —Estallo en carcajadas ante su revelación. Me doblo de la risa hasta que mi estómago comienza a doler y mis mejillas arden a causa del sonrojo—. Acabo de revelarte un oscuro secreto. No te burles.

—Perdón, es que no es normal encontrar a un chico con debilidad por las películas románticas.

—Aquí tienes a uno. Disfrútalo. —Me guiña un ojo y se voltea para poner la televisión.

***

Estamos sentados en el amplio sofá, pero a pesar de todo el espacio en el que podríamos recostarnos, mi cuerpo y el de Adam se encuentran a escasos centímetros, solo bastaría que me moviera un poco a la derecha para que su pierna roce la mía. Lo observo morder un trozo de pizza y sus labios quedan brillantes, se ven suaves, el labio inferior más lleno, carnoso, y el superior en forma del arco de un corazón.

Cojo un puñado de palomitas y me lo llevo a la boca. Varias caen en mi regazo y Adam las toma y las mastica sin apartar sus ojos de los míos.

Intento fijar mi atención en la pantalla, pero es muy difícil lograrlo cuando puedo sentir el calor que desprende su cuerpo. Me sudan las manos, las froto en mis vaqueros, y me sobresalto cuando Adam entrelaza sus dedos con los míos. Se aproxima, sus labios acarician mi cuello, y susurra en mi oído:

—Tranquila. No te voy a morder.

—¿Qué te hace pensar que tengo miedo a lo que puedas hacerme?

Te quiero para mí [EN FÍSICO]✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora