CAP 4: León y Elena

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CAPITULO 4: León y Elena

JEREMITH SIMPSON

—Lo siento mama —digo por quinta vez—, es que ayer acompañe a Alan y a su padre a comprar un auto.

—No te preocupes, pero a la próxima avísame que no vendrás —asiento. El viernes luego de un largo día de trabajo olvide ir a la casa de mamá a nuestra típica noche de películas, estaba tan cansado luego del doble turno que al llegar a casa me quede profundamente dormido en el sofá hasta el otro día. 

—¿Cómo te fue ayer? —me pregunta refiriéndose en la compra del padre de Alan.

—Bien, fuimos a la famosa tienda de autos que abrió ayer mismo —nos sentamos en su sillón rojo oscuro.

—Vi esa tienda en las noticias, hubo mucha gente —sonríe—, pero me pareció extraño que salieras a un lugar con tantas personas.

—Alan me hizo un favor el viernes y quería pagarle ese favor haciéndole compañía —ella asiente poco convencida—. Además ¿no me dices que salga más? 

—Okey si, tienes razón —sonrió con alivio por creer mi mentira— me dijiste que haríamos lo que tu padre quería que hiciéramos ¿por dónde quieres empezar?

—Haber —recuerdo perfectamente que papá siempre quiso que estuviera en un equipo de futbol, pero no fue lo mío y  aunque el lo entendió, siento que ahora puedo cumplir con su deseo—. ¿Y si me inscribo en un equipo de futbol? —ella hace una mueca.

—¿Estás seguro? recuerdo que cuando tu padre te inscribió en una escuela de futbol te pusiste a gritar asustado en medio de la cancha —ruedo los ojos.

—Era un niño —me justifico haciendo un ademan con mi mano restándole importancia.

—Jeremith, tenías catorce años, ya no eras tan niño —si ahora que lo pienso eso fue vergonzoso, antes lo recordaba como algo traumático.

—Quiero verte en una cancha donde niños mayores y musculosas se tiran balones de extremo a extremo —mamá niega divertida pero se queda en silencio.

Ella se estira tomando una libreta marrón que yacía allí. Yo me quedo mirándola curioso.

—Tu padre escribía poemas —ella me pasa la libreta repentinamente, quizá doliéndole un poco el recuerdo—. Una vez me dijo que quería que tú también lo hicieras, así que me veo en el deber de entregarte esto —miro la libreta por ambos lados y sonrió—, cada poema es para un momento en específico de tu vida, al inicio tiene unas instrucciones, lees las indicaciones cuando estés solo.

—Esto no lo sabía - alzo la libreta a la altura de mis ojos.

—Tu padre era un tesoro con candado y tan brillante que cuando te permitía verlo, te llenaba de sorpresas.

—Qué bonito sonó eso —Ella agradece inclinado su cabeza—. Entonces ¿Qué película quieres ver?

Ella sonríe sabiendo que yo ya conozco su respuesta.

 —¿un viaje a la luna? 

—Un viaje a la luna.

..........

El timbre suena y volteo a ver a mi madre.

—¿Esperas a alguien? —ella niega—. Iré a abrir —me paro dirigiéndome a la puerta y al abrirla parpadeo un par de veces intentado descifrar si lo que veo no es una mala pasada de mi mente.

—¿Quién es? —pregunta mamá desde el interior de la casa.

—Nadie, iré a mirar si hay alguien en la puerta trasera —contesto sin quitarle la vista de encima haciendo el mayor intento de que no salga de la casa.

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