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"aaaaaaahhhhh..."

"aaaahhhhh..."
"mmmmhhhhh..."

"sssssss...."
"aaahhhhhh..."

"aaaayyyy..!"

Es lo único que se escuchaba a intervalos varios de cuatro voces que seguían con su maratón sexual.

El doctor penetraba a la mujer por atrás, ella encima de Él.

Mi amiga con el dildo doble la penetraba por adelante a la mujer con cada embistida de Rey atrás de ella.

Ninguno de los tres sádicos parecía cansado, solo sudaban mucho, gemían, jadeaban y gemían de nuevo.

Rey masacraba a mi amiga por detrás, ella como consecuencia masacraba también a la mujer.

El doctor apretaba con fuerza los senos de mi amiga y los de la mujer con una mano en cada uno de ellos.

"Quiero penetrarla solo."

"Ustedes descansen."

Dijo el Doctor y después de contar 1,2,3 todos salieron de donde estaban "escondidos" y resoplaron por aire.

Pude ver lágrimas en la cara de mi amiga.

Lágrimas y dolor cuando ambas cruzamos miradas.

Eran miradas que clamaban por piedad, llenas de arrepentimiento.

Lo se nena, lo se, he estado ahí.

Y eso que tú no haz sentido lo que he sentido yo.

No te han roto las costillas ni te han encadenado a un grillete en el tobillo día y noche.

No te han dejado de comer por días ni haz sido azotada si protestabas o llorabas.

A ti solo te están dando placer...

Deberías de agradecer que están haciéndolos tres lo que deseabas.

Cuidado con lo que deseas, porque puede que se cumpla.

Y en el caso de ella se había cumplido...multiplicado por tres.

Rey le ofreció una bebida a la mujer y desnudos los dos caminaron de la mano a la cocina.

Yo quería quemar al mano de la mujer que entrelazaba confianzudamente la suya con la de Rey.

Ira corrió por mi venas pero aparte la vista ante eso para mirar a mi amiga de nuevo.

El doctor la besaba de nuevo sin tregua acomodándola de lado en el sillón.

Se introdujo en ella y le rotdeo con sus enorme manos su cabecita de mi amiga.

"Eres deliciosa y complaciente..."

"Si sobrevives esta madrugada serás una de mis favoritas."

Jadee por esa oración y mi amiga solo se dejó hacer.

No podía hacer más.

Luchar? pelear? sería peor.

Solo podía dejarse hacer, dejarse llevar.

Ser sumisa y complaciente era su salvación.

Lo sabía perfectamente yo, por experiencia propia.

Rey junto con la mujer regresaron riendo y bebiendo algo en copas y trajeron la botella para dejarla en la mesa del comedor.

Fue en ese momento cuando Rey se acerco a mi después de haberle puesto lubricante al dildo doble.

El Doctor seguía respirando rápido y gimiendo arriba de mi amiga casi aplastándola por completo.

Dulce JuguetitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora