No sé porque las compré, simplemente las vi y pensé "¿Cómo se veía Suga con ellas?" y aquí me encuentro, enfrente de la caja con la foto impresa de unas esposas con pelo rosa. Me dio vergüenza que las viera así que las guardo en el armario. Nunca pensé que las encontraría Suga.
—¿Daichi que es esto? —Ah...no se —Estaban en tu armario—dice arqueado una ceja. —¿E-enserio?—pregunto rascando mi nuca.
Este ríe y veo que se dirige a la habitación, pero a los pocos minutos sale sin pantalones y una camiseta mía que le llega hasta las rodillas, en sus manos sostiene aquellas esposas mostrando una mirada y sonrisa juguetona.
—¿Su-Suga?—desvío la mirada ocultando mi erección. —Lo compraste por algo, ¿no?–de acerco —Pe-pero
Noto sus labios en los míos y nos fundimos en un beso, sin pensarlo y siguiendo el juego de este, esposo sus manos por detrás y lo tumbo en el sofá. Doy pequeños besos en su cuello mientras le acaricio.
—Da-Daichi quita esto...quiero tocarte...—le sonrío con superioridad. —Pero, querías usarlo, ¿no?—pregunto bajando mi mano a su erección. —I-Idiota...
Quería aprovechar esta oportunidad, aun besando su cuello agarro su cintura y muevo mis caderas haciendo que ambas erecciones se toquen.
Los jadeos y gemidos de Suga me prenden más y, a pesar de llevar la ropa, la sensación es muy buena.
—Daichi porfavor... —Está bien está bien
Me aparto y busco las llaves que debían estar en la mesa, pero exacto, no están, miro a Suga con cara de no hay llaves. Después de unos 20 minutos las encontramos debajo de la mesita de noche, se nos pasó la motivación de seguir y entre risas y comentarios vergonzosos decidimos comer pizza y ver películas.
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Perdonen por este Daisuga, pero me hizo la gracia hacer esto, pero no veía que fueran así, gracias al despiste de papá Cuervo no pasó nada.
