❝ iv ❞

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❝ Mujer bonita, sí, sí, sí, mujer bonita, mira en mi dirección. Mujer bonita di que estarás conmigo, porque te necesito. Te trataré bien. ❞

—Oh, pretty woman, Roy Orbison

Esa mañana Minsoo estaba de nuevo en su escritorio, haciendo sus labores de siempre pero con el estómago rugiendo por el hambre. No había tenido oportunidad de desayunar nada más que una taza de café y ahora estaba rezándole a todos los santos que conocía para que el almuerzo llegará pronto. 

Y en eso estaba, absorta en sus plegarias cuando la voz del chico que trabajaba entregando la mensajería llamó a su nombre. Él estaba justo frente a ella y Minsoo no se daba cuenta por estar pensando en su comida. 

—Señorita Choi —le llamó por tercera vez.

—¡Ah! Lo siento —hizo un reverencia, sintiendo sus mejillas coloradas de repente—. ¿Qué sucede? 

El chico la miró extrañado pero no le dijo nada y se limitó a dejarle un ramo de flores en el escritorio junto a un paquete extraño que llevaba el nombre de su jefe como destinatario.

—Las flores son suyas —aclaró el joven, Minsoo no se llevaba con él, era demasiado joven y parecía tener apenas la edad suficiente para beber. Aun así ella pudo notar cierta burla de su parte porque después de todo, ¿qué loco le iba a estar mandando flores caras a una mujer que ni siquiera era bonita? 

Si ni siquiera él se atrevía a enviárselas a su novia que era tan preciosa y genial pues un simple ramo le costaba la mitad de su sueldo, ahora pensar en enviar un ramo entero a alguien tan simplón como Minsoo. Pues no, eso sólo los locos lo hacían y la misma Min soo lo comprobó cuando leyó la tarjeta, apenas se fue el repartidor.

—Estúpido —le dijo a la nada, con una sonrisa burlona y rodando los ojos.

Eran hortensias, azules y muy bonitas pero las acompañaban las palabras de su idiota hermano que se reía de su mala suerte con los hombres, especialmente de su más reciente fracaso. Porque claro que su madre se había encargado de contarle los detalles del suceso a todo aquel que estuviese dispuesto a escucharle. Siempre con ese tono sufrido y ese entrecejo fruncido, mientras gesticulaba con las manos y la piel que ya le colgaba de los brazos se movía al ritmo de su indignación. Así todos los vecinos de su antigua casa ya estaban enterados de lo mal que la habían tratado.

Y Minsoo sólo podía agradecer al cielo por ya no tener que vivir con su familia. No porque no los quisiera, sino porque así se ahorraba ser protagonista de esas escenas y tener que aguantar las miradas de lástima de todo el barrio. Puede que todos los vecinos supieran que tuvo una cita arreglada por una casamentera y que dicha cita se fue a quejar por su fealdad, pero al menos no debía cargar con la careta de la humillación cada vez que salía y se encontraba a las señoras chismosas afuera de sus casas, mirándola sin mucho disimulo y cotilleando.

Minsoo sonrió a las flores, después de todo le gustaban mucho, no importaba lo que significaran. Hundió su nariz puntiaguda entre los pétalos que eran azules en las puntas y se volvían blancos hasta que llegabas al verde del tallo. Y olía delicioso, y le llenaba el pecho de calidez porque si había algo que Minsoo amara más que su almuerzo, eran las flores.

—Minsoo-ssi —la llamaron, despegándola nuevamente de su mundillo, parecía que ese día estaba empeñada en quedarse en su lugar y no salir pero el mundo se encargaba de traerla a tierra una y otra vez.

—¿Sí, señor? —respondió ella, Son la miraba desde la puerta de su oficina, con una sonrisa que bailaba en sus labios para terminar de formarse.

Can't help falling in love || Son HyunwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora