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❝ Déjame hablarte de una chica que conozco, ella es mi bebé y vive al lado. Todas las mañanas antes de que el sol salga ella me trae un café en mi taza favorita y así lo sé, sí que lo sé ¡Aleyuya, simplemente la amo demasiado! ❞

—Hallelujah, I love her so, Ray Charles.

Minsoo se dejó caer sobre su asiento con toda la calma del mundo. La oficina entera estaba en un caos por la junta de esa mañana, era algo común de ver cada tres meses cuando los accionistas se reunían a discutir sobre los progresos de la compañía y de vez en cuando, a debatir sobre qué cambios podrían hacer para mejorar la franquicia. Su jefe parecía estar volviéndose loco, el día anterior llegó todo alterado a su escritorio a pedirle un informe que había olvidado encargarle pero que, por suerte, Minsoo lo había terminado justo dos días antes.

Ella solía divertirse mucho esos días, ver a todo el mundo estresado por haber dejado las cosas de último momento, sin saber que ella ya se había encargado de todo. Y a veces se preguntaba qué pasaría el día que se fuera -por que claro, sus metas laborales no eran ser una asistente de presidencia toda su vida-. Sobre todo si consideraba lo torpe y despistado que solía ser Son, simplemente no quería ni imaginarse cómo serían las cosas si la próxima persona que ocupara su lugar no tuviera la destreza de anteponerse a las situaciones como hacía ella o su antecesor.

Como si sus pensamientos lo hubieran invocado, el mayor llegó apurado, con el entrecejo fruncido y la mirada perdida. Minsoo ni siquiera pudo saludarlo porque él ya estaba frente a ella, con esos ojos de cordero degollado que le provocaba tantas ganas de reír.

—Olvidé pedirte que reservaras el catering para la junta —se lamentó él, a esa hora ya no iban a encontrar ningún servicio de comida que los atendiera, lo cual era increíblemente irónico considerando que él era nada más y nada menos que el dueño de una franquicia de comida empaquetada.

—Pero ya lo hice, señor —respondió Minsoo, el alma pareció abandonar el cuerpo de su jefe por el alivio que le dieron sus palabras.

—¡Minsoo-ssi! ¿Acaso bajó del cielo a salvarme?

Y entonces ya no se pudo callar más y terminó soltando una carcajada. Que de verdad no entendía cómo ese hombre podía tener toda la pinta de hombre de negocios exitoso y serio y ser un completo desastre. Porque sí, sabía llevar la empresa a buen puerto y eso, pero cosas tan simples como preparar una simple reunioncita era su perdición.

—No se preocupe, ya están resueltos todos los detalles, ya tengo los informes listos y la sala de juntas está lista.

—Muchas gracias —suspiró él, llevándose la mano al pecho para permitirse respirar la tranquilidad—. Entonces sólo queda esperar a que dé la hora para la junta.

Asintió para sí mismo, tratando de calmar los nervios que siempre sentía los días de reunión. Aun si las cosas iban bien financieramente hablando, no podía evitar preocuparse cada vez que el calendario marcaba la existencia de la temida junta directiva. Eran esas ocasiones en las que agradecía -todavía más- tener a Minsoo como asistente. 

—Señor —le llamó esta cuando ya se dirigía a su oficina.

—¿Sí?

—¿Ya desayunó? 

Y allí estaba de nuevo ella, siendo tan perfecta y oportuna. Pues Minsoo sabía que con todo el ajetreo y estrés, Son seguramente se olvidaba de cosas tan esenciales como tomar un café antes de ir a la oficina. La negación de este sólo le dio la razón y le robó una diminuta sonrisa divertida.

—¿Quiere que le traiga algo?

—Un café estaría bien —suspiró él y Minsoo lo interpretó como alivio pero en realidad era otra cosa.

—Enseguida se lo llevo —se levantó de su lugar, alisando su falda como siempre y antes de dar tres pasos fue llamada nuevamente.

—Gracias —fue lo que dijo Son, recibiendo otra sonrisa.

Se dispuso entonces a ir a la cafetería a hacer el dichoso café, sin saber que con esos pequeñísimos gesto se robaba un corazón sin quererlo siquiera. Esa mañana unos ojos la vieron más bonita que de costumbre, aunque seguramente eran los únicos ojos en toda la oficina que podían encontrar atractivo en ella pues era claro que casi todos los hombres en ese edificio la consideraban muy poquita cosa. Por eso en los ascensores siempre recibía miradas un tanto hostiles y también por eso el personal masculino había marcado una gran distancia para con ella y otras mujeres que igual no entraban en los estándares comunes.

Sirvió el café en la taza negra, la única que había de ese color y que por alguna razón todos sabían a quién pertenecía a pesar de que las tazas eran para todos y podían usar cualquiera. Agregó la cantidad de azúcar y leche justas para después dirigirse a la máquina expendedora y comprar un paquete de galletas de mantequilla que iban tan bien con el café, era un desayuno sencillo, lo sabía, pero era mejor que nada.

Cuando dejó las galletas y el café en el escritorio este la miró conmovido, agradecido de aquel minúsculo detalle. Aunque para él esas simples galletas con café eran lo mejor que le habia sucedido en meses pues venía de manos de Minsoo. En la oficina ya sonaba la música antigua que siempre ponía y por alguna razón del destino, la pequeña bocina bluetooth justo reproducía una canción que quedaba con Minsoo, aunque ella no se enteró por estar al pendiente de no tirar la taza y no de lo que la voz profunda decía, casi como si se lo dijera a ella.

Mas Hyunwoo sí que lo escuchó y se pasó la mañana entera pensando en ello, sonriendo de vez en vez porque no dejaba de relacionar la canción con Minsoo.

La junta pasó y como siempre fue un éxito, no había muchas novedades y tampoco había quejas, a los accionistas no les importaba mucho siempre y cuando siguieran recibiendo dinero. Y como justo ese trimestre había habido un incremento de ganancias, pues tampoco hubo tanto que decir, todos se marcharon tal vez demasiado rápido apenas terminaron de comer.

Son volvió a su oficina, pasando por la cafetería a sabiendas que todos los empleados estaban almorzando también. Ahí estaba Minsoo, comiendo ramen instantáneo y riendo junto a Yuna y Eunri. No pudo evitar sentirse algo culpable, después de todo ella siempre estaba preocupándose por el funcionamiento de la empresa e incluso por él para que no se saltara las comidas cuando el trabajo lo absorbía.

¿Cuántas veces no había sido interrumpido por su asistente que le preguntaba si le apetecía comer? Y no aceptaba un no por respuesta ya que ella igual encargaba comida para él. El desayuno de esa mañana era prueba fiel de ello, y no se perdonaba verla comiendo algo tan simple como una sopa cuando literalmente lo había salvado -otra vez- con todos los preparativos de la junta.

Así pues, con ese amargo sabor de boca volvió a su oficina para poner de nuevo aquella canción que parecía haber sido escrita pensando en Minsoo. Y entonces lo supo. Y el cielo dijo «Aleluya»

Can't help falling in love || Son HyunwooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora