Parte 4: Esto no tenía que haber pasado.

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Después de cenar comenzó la fiesta de verdad. Estaba anocheciendo y la música sonaba. Todo era ideal excepto la guerra que tenía en mi mente en ese momento. Adriana estaba nerviosa por acercarse a Eli y todas la estaban animando. 

El plan que tenían era estúpido. Ya que yo había sido la primera en hablar con Eli querían que yo me acercase a él y le hablase sobre lo genial que era Adriana. Era lo que menos me apetecía hacer en ese instante, asi que bebí mas vodka.

¿Por qué tenía que hacer yo el trabajo sucio de los demás? ¿Acaso Adriana no tenía el valor suficiente para acercarse a Eli si tanto le gustaba? 

La noche seguía. Todos seguíamos bebiendo y jugábamos a juegos en los que el único propósito era beber todavía más. Durante toda la noche notaba como Eli no me quitaba el ojo de encima. Cada vez que lo miraba, él me estaba mirando.  Nuestras miradas no paraban de cruzarse.

- Ya es la hora chicas, comienza la operacion Eli-Adriana. - Dijo Carla.

- Chicas, creo que me está mirando. - Dijo Adriana nerviosa refiriendose a Eli.

En ese momento todas miramos. No le estaba mirando a ella. Me estaba mirando a mí. ¿Acaso ninguna se daba cuenta? ¿Tan invisible era que no cabía la posibilidad de que quien le gustase a Eli fuese yo? Son mis amigas, pero a veces las odio muchísimo.

- Cindy, es hora de que hables con él. - Me dijo Adriana.

- Mira Adriana, no soy tu paloma mensajera. Lo haré porque eres mi amiga, pero que yo sepa tú también tienes dos patitas para ir andando hacia él y dar el paso. Si me disculpáis voy a rellenarme el vaso primero. - Les dije a todas. 

Me sentí fatal por hablarme así, pero no aguantaba mas. Estaba harta de que me mangoneasen y de hacer todo lo que me dijesen.

Me estaba echando más vodka cuando volví a escuchar la voz de Eli detras de mí.

- ¿Qué ha pasado con tus amigas, princesita? Veo que no te separas de la botella de vodka. 

Me reí. En esos momentos él era el único que podía hacerme reir. 

- Nada, mejor que no lo sepas. ¿Qué tal tu primera fiesta no estadounidense? - Le pregunté.

Estuvimos hablando durante una hora. Eli era genial. No pude parar de reir con él. Me gustaba cada vez más. 

Me habló sobre su vida en West Valley. Me contó que el año pasado empezó a hacer karate en un dojo llamado Cobra Kai. Ahí fue donde conoció a su mejor amigo, Miguel. También me habló sobre su sensei, Johnny Lawrence. Todo de su vida parecía genial, hasta que me contó que hace unos meses hubo una pelea de karate en su instituto, en la cual un chico llamado Robby tiró a Miguel desde el segundo piso. Miguel estuvo en coma dos semanas, despertó y estuvo en silla de ruedas. Poco a poco Miguel recuperó la movilidad en las piernas y todo volvió a ser como antes, pero sus padres decidieron que Eli pasase el verano alejado del karate y de sus amigos, por eso le estaban haciendo pasar el verano aquí.

- No te voy a mentir, este cambio de aires me está viniendo genial. Echo de menos a mis amigos de L.A si, pero aquí estoy conociendo a gente muy simpática y amable. Jorge y su familia es estupenda. Él me animó a venir a la fiesta de hoy, y menos mal que he venido.

- ¿Menos mal? ¿Por qué lo dices?

Eli se quedó en silencio.

- ¿No te has dado cuenta de que me he pasado toda la noche mirándote? No tenía ojos para ninguna más. Y eso que los chicos me han estado hablando sobre tu amiga Adriana, pero a mi quien me gusta eres tú. Y me da igual Pablo, me dan igual todos. 

- No me puedes decir eso Eli, no puedo hacerle esto a Adriana.

- Está bien, lo entiendo. Pero mírame a los ojos y dime que no te gusto. - Teníá su boca a escasos centimetros de la mía. - Si me dices que no te gusto, que no quieres saber nada de mi, te dejaré en paz y me olvidaré de ti.

En ese momento no lo pude evitar. Lo besé. Lo besé con todas mis ganas. Por una vez fuí egoísta y pensé en mi. Y cómo lo disfruté. No quería que ese beso terminase nunca. Era perfecto. Él era perfecto. Para mí solo existíamos él y yo en ese instante. No podía parar, es más no quería parar. 

En ese momento nos apartamos y sonreímos. Queríamos seguir, y hubiesemos seguido besándonos... si no fuese porque Adriana y las chicas nos estaban mirando. En ese momento quería que me tragase la tierra. Esto no tenía que haber pasado.


La furia de mi HalcónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora