Capítulo 5: Familia.*

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–¡Hey, Oribu!

Un grito resonó hacia las naranjas arenas costeras, las pequeñas huellas que estaban incrustadas en ella se iban borrando cada vez que una marea hacía subir la humedad sobre las gravas minúsculas. Unos pies pequeños, causantes de las pisoteas, se detuvieron ante aquel llamado dejando que el agua, que iba y venía, mojase su piel suave y joven.

–¡Eso no se vale!– la pequeña se acercó hasta al niño con un ligero chapoteo y comenzó a regañarlo –¡Habías dicho que caminar sobre arena estaba prohibido!

El pequeño, de tez morena y cabellos oscuros, bajó la mirada hacia sus pies claramente posados sobre la arena húmeda de la playa. El chiquillo se cruzó de brazos negando con la cabeza aunque, claramente, sus pies lo delataban.

–Mis pies estaban en el agua, pero luego ésta se secó.

–¡El agua no se seca tan rápido, eres un mentiroso!– pataleó en el agua encaprichada salpicando por todos lados el barro anaranjado que, milagrosamente, no había aterrizado sobre el chico– ¡Le diré a Chiiru!– amenazó apuntando a un lugar nulo –¡Iré a decírselo ahora mismo!

–¡Bah! Eres una llorona, no aguantas nada– se burló a la par que desviaba su vista hacia el lejano mar –Además Chiiru no va regresar todavía.

–Chiiru regresará pronto ¡Yo lo sé!– caminó hacia el agua hasta que ésta lograra sobrepasar sus rodillas y apuntó a un lejano sol que se escondía en el horizonte –¿Lo ves? Ya se acerca la hora lunar, Chiiru ya volverá y le contaré lo que me hiciste– agregó muy confiada consigo misma.

–Él no me dirá nada por esas macanadas– sus ojos se desviaron hacia su hermana menor, ésta estaba al bode de caer un berrinche con lágrimas y pataleos, algo que causó en él una ligera alteración –Te daré un dulce si no le cuentas nada a Chiiru– abrió los brazos con una gran sonrisa, pues, sobornar a la chiquilla no era mala idea.

–¿Qué tipo de dulce?

–Cristales de jarabe... los de color rojo.

–No me gustan los rojos, prefiero los verdes.

–Está bien, de acuerdo, verdes serán– al ver que la niña asentía ligeramente una tranquilidad lo abrumó –Bien, que Chiiru no se entere lo que sucedió...

– ¿Alguien mencionó mi nombre?

Ambos críos voltearon al escuchar aquella voz, sus expresiones fueron claramente diferentes: del niño fue de susto, sus ojos se abrieron a la vez y sintió cómo su médula se escalofriaba hasta la punta del robo; el de la niña fue una grata emoción, sintió como era rescatada por el súper héroe de las historietas cómicas.

–¡Chiiru!– enunció la menor, realizó una corta carrera desde su posición hasta saltar a los brazos del joven, hundió su rostro en el hombro del joven y comenzó a lloriquear; hasta parecía ser un teatro trágico –Qué bueno que llegaste, Oribu me estaba molestando.

–¿Oribu?– repitió al fijarse en el otro niño –Vaya, vaya... ¿Pero que has hecho ahora?

El chico apreció una presión que nunca había sentido en toda su vida, los ojos de su hermano mayor, fijos y oscuros, lo taladraban agudamente. Tragó saliva esperando ser regañado pero lo único que recibió fue una sonrisa, una madura y sincera sonrisa de un adolescente serio.

–Está bien, pequeña, sólo fue un juego– indicó secándole las lágrimas con sus dedos –Vamos, ya no llores, no quiero que cuando crezcas seas una damisela llorona.

–No seré una damisela llorona– repitió recuperando un poco la voz luego del sollozo –Yo soy fuerte, seré siempre fuerte.

–Claro que sí– murmuró ligeramente. Continuó cargando a la niña en sus brazos y, cuando estaba a punto de iniciar su caminata, recordó las bolsas de víveres que había dejado al lado de sus pies –¡Hey, Oribu!

¿Existen los finales felices? -DBZ Fanfiction-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora