Capítulo 39: Vida.

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No podía correr adecuadamente debido a las grandes botas para lluvia y la gran campera que llevaba encima de ella, parecía una pelotita de ropa corriendo por las calles. Llevaba algo entre las manos y parecía estar muy feliz por aquello.

Llegó hasta un edificio casi a los límites de la ciudad del Norte, subió rápidamente las escaleras hasta llegar al piso número cinco y abrió la puerta en donde marcaba el número ciento treinta y cinco. Arrojó su mochila teniendo cuidado de no estropear su pequeño objeto, luego fue corriendo hasta llegar donde estaba su madre.

–¡Mamá! ¡Hoy hice una montaña con arcilla en el colegio!– la pequeña empezaba a saltar de alegría con el pequeño bulto con barro y hojas entre sus manos llenas de tierra –¡Hasta le puse arbolitos! Qué es muy bonita no ¿no?

La mujer se volteó a verla sonriente, se agachó y le acarició los cabellos casi azules, oscuros como los suyos. Tomó el pequeño trabajo de su hija entre sus manos, con mucha delicadeza, lo colocó sobre un pequeño mueble junto otros proyectos manuales de la pequeña.

–Echa un vistazo Mirai, es el tercero que haces en la semana– le dedicó una amable sonrisa a su hija mientras apreciaba los objetos reciclados de barro, madera o plástico, tal como cualquier niño a su edad de seis años lo haría –Estoy muy orgullosa de ti.

–Me alegra oír eso, mami– la niña corrió a brazos de su madre para abrazarla con mucho aprecio, la mujer se agachó y le correspondió el abrazo levantándola entre sus brazos –Te quiero mucho mami.

–Yo también te quiero hija...

Mamá...

Era como la novena vez en que el pequeño niño le indicaba que se callara, era malditamente irritante escucharlo hacer un susurro con un dedo frente los labios. Se detuvieron unos segundos cuando la manga de su blusa quedó atascada en una rama. Luego tuvieron que interrumpirse nuevamente cuando una ardilla los asustó. Y la última fue cuando llegaron finalmente hacia una gran cascada.

–¿Estás seguro que él está aquí?– la pequeña niña de ocho años realizó un puchero con sus cachetes al no confiar en su amigo de la misma edad.

–Por supuesto que sí, Yamcha y el señor Piccoro me habían dicho que tu padre siempre entrena hacia estos lugares.

–¿Seguro Gohan?

–Seguro segurito.

–¿En serio?

–En serio.

–¿De veritas?

–De veritas... Oye ¿te pasa algo?

–Estoy nerviosa, nunca vi a mi padre, según lo que recuerdo...– confesó escondiéndose entre sus cabellos largos y ondulados –Quiero decir... seguro lo conocía cuando era una bebé, cuando crecí mamá me dijo que él no tenía tiempo para nosotras.

–¿Qué?– el pequeño hijo Son quedó confundido ante las palabras de la niña, la tomó de la mano para intentar tranquilizarla –No te pongas así, Ten Shin Han es una buena persona.

–¿Quién es buena persona?

Ambos niños voltearon asustados al escuchar aquella gruesa voz proveniente del guerrero tríclope, se hallaba cerca de ellos con los brazos cruzados observándolos de manera amigable y divertida. Mirai se escondió tras su amigo en menos de un segundo, sintió que el rubor subió hasta su cuero cabelludo.

–¡Gohan! ¿Qué haces aquí?– pregunto el chiquillo cara de payaso que siempre acompañaba al hombre en todas partes –¿Tu madre no se enfadará?

¿Existen los finales felices? -DBZ Fanfiction-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora