Capítulo 43: Venganza dorada.

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Pisó el acelerador a fondo sin rumbo ni dirección, se sentía una completa idiota para huir de esa manera sin siquiera tener la menor idea donde se encontraban su hijo, Koron y los demás. Finalmente se detuvo en el aire, chocó su frente por el manubrio dejando que sus flecos azules cayeran encima de éste y lanzó un suspiro agotador casi sollozando por tremenda bobería. Arrancó el motor de su aeromoto para marcharse y volver a casa pero vio un punto, o mejor dicho algo, que se estaba acercando velozmente hacia ella.

–¡Hey! ¡Bulma!– la peli azul reconoció al instante aquel llamado tan dulce e inocente, sonrió aliviada al observar que Pan y Mamoru la habían estado siguiendo.

–¡Pan! Que suerte que has llegado...– mencionó esto último casi en un susurro.

–Sabía que quedarías varada, no puedes sentir donde están los demás– respondió la pequeña aterrizando suavemente en el suelo para así bajar a Mamoru.

–Por lo menos tú si sabes donde están– contestó afligida y declarando sutilmente la envidia que sentía por aquello.

–Sí...– observó a la pelirroja que, sabiendo lo que iba a decir, asintió entusiasmada por la propuesta –Y por eso puedo guiarlas hasta allí ¿Qué dicen?

–Pan tiene razón, Bulma– agregó con su suave y delicada voz que, raramente, sonaba más una exigencia que un ruego –Necesito saber si están bien.

–No solo tú Mamoru, todos queremos saberlos.

–Está bien, está bien...– carraspeó mientras colocaba sus manos en el manubrio de la moto –Pan, guíanos– añadió encendiendo el motor inundando el ambiente con su inconfundible sonido de turbinas.

La pequeña asintió y despegó con Mamoru llevándola en su espalda. No era algo malo ir hacia un lugar de batalla donde un aterrador villano está sacándoles los sesos a todos sus amigos ¿O sí?

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Redice sintió que los ojos se desorbitaban, escupió un chorro de sangre luego que Koron retirara su macizo puño de su abdomen. Intentó no caerse aunque fuera en vano, aterrizó de espaldas en el suelo agonizando por el dolor que se extendía por todo su cuerpo, enrolló su cola y contuvo las ganas de vomitar debido a sus tripas revueltas. Él no se lo esperaba, era la primera vez que se había enfrentado a alguien así, conocía la leyenda del supuesto súper saiyajin a los que se enfrentaron sus familiares pero él sólo lo había tomado como una excusa para ocultar lo débiles que eran su padre y los demás. Pero la había subestimado, era real y eso era malo.

Observó a la joven con desprecio, aquella niña le estaba dando una patada en el trasero. ¡Qué humillación! ¿¡Cómo podía permitir aquello!? ¡Él es Redice! ¡Él viene de un legado real y poderoso! Su orgullo se estaba haciendo trizas al notar que se había rebajado al nivel de una mocosa que no tuvo derecho de conseguir una digna vida, era de lo más patético. Necesitaba pensar, necesitaba idear un plan, necesitaba concentrar su energía mental con la física.

Necesitaba hacer algo muy denigrante: huir.

Levantó su singular mano y, al abrirla, disparó una pequeña esfera de luz que se había dirigido hacia el rostro de la saiyajin. Sonrió mentalmente pensando que había funcionado y cuando estaba a punto de colocarse de pie Koron había contraatacado de inmediato, ni siquiera le había dado tiempo de respirar. Redice se había dado cuenta que aquellas pequeñas esferas no hacían efecto en ella exceptuando un simple rasguño.

Koron aferro su mano al rostro del alienígena y enterró la parte trasera de su cabeza en la tierra, se elevó en el aire y pisó con ambos pies el rostro del afectado. Redice no hallaba casi ninguna salida, cuando la mujer estaba apunto de atinarle una cuarta patada él agarró uno de sus pies deteniéndola en seco, reunió fuerzas mientras levitaba y la sacudió hasta arrojarla contra una montaña cercana formando un cráter con su duro aterrizaje.

¿Existen los finales felices? -DBZ Fanfiction-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora