|27|: Salón De Juegos (III)

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Narrado por Nix Bach:

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Narrado por Nix Bach:

No me gustaban las noches. Cada vez que caía una sentía un gran vacío en mi estómago y mis manos temblaban sutilmente.

Esa noche en particular me había decidido a enfrentarlo, enfrenar a ese hombre de ojos azules y parpados caídos.

No iba a permitir que siguiera aprovechándose de mí y aunque para ese momento era una pequeña niña muerta de miedo estaba lista para ponerle un alto.

Mis ojos se encontraban fijos en el opaco techo color crema mientras con mis dedos jugueteaba para controlar el temblor de estos y entonces fue ahí cuando oí el rechinado de la puerta. Ese simple sonido me hizo cerrar los ojos de golpe. Él había llegado.

El miedo que me producía su presencia era tanto que un nudo se apretó en mi estómago salvajemente y casi sentí nauseas. Cada paso que dio hizo eco en mi cabeza, pero cunado percibí el peso de su cuerpo desplomándose en la cama no pude seguir apretando mis parpados, así que abrí los ojos, con pánico deslicé mi vista hacia él.

Su aspecto se observaba tan repugnante como siempre, lo vestía una camisa sucia, pantalones decolorados por lo viejo que eran, sus pies descalzos y su cabello seco y sin vida. Una sonrisa espeluznante se fue curvando en sus labios y todo mi cuerpo se estremeció de terror. En serio le temía con toda mi alma.

—Mi pequeña niña esta despierta —masculló, girando más su cabeza para mirarme mejor.

Tuve que aprisionar mi labio inferior para evitar que temblara.

—Se...señor —balbuce justo cuando me incorpore en la cama.

Él arregló su postura en la cama y corrió su mirada hasta la mesita de noche donde reposaba la lámpara que esta noche había dejado encendida. Al notar eso su cejo se arrugo.

—¿Por qué la luz está encendida? —investigó y su voz comenzó a ser más áspera.

Sin darme cuenta negué con la cabeza al mismo tiempo que mi cuerpo entró en pánico.

—No lo permitiré más —hablé torpemente sin poder evitar que mi voz se estremeciera.

Sus ojos se abrieron un poco más y enderezó su espalda.

—¿Qué carajo has dicho? —formuló esa pregunta con dureza.

Cerré mis ojos por unos cortos segundos mientras aspiraba un poco de aire.

—No quiero hacerlo más —solté con un nudo en la garganta, abrí los ojos y las lágrimas ya me quemaban. —No está bien lo que haces.

Hubo un sepulcral silencio en que los latidos de mi corazón aumentaron desbocadamente. Lo próximo que escuché fue una risa, una siniestra que provocó que una lagrima cayera.

Perfecta Destrucción| Completa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora