|19|: Anteo

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Este capítulo va dedicado especialmente a: can_seulGi28Gracias por apoyar esta historia

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Este capítulo va dedicado especialmente a: can_seulGi28

Gracias por apoyar esta historia.

Narrado por Charlotte Sellers:

Intenté con todas mis fuerzas apartarlo de mí, en serio que luché con mi alma por no sentir sus manos por todo mi cuerpo, pero todos esos intentos fueron en vano, ya que no pude evitarlo.

Mientras un cuchillo se presionaba en mi cuello mi cuerpo temblaba, mi garganta quedó seca y sentía mis piernas perder fuerzas, sus asquerosos labios buscaban los míos al tiempo que yo los evadía y entonces algo pasó, no sé que fue, pero algo lo asustó y salió corriendo, dejándome allí parada con el miedo invadiéndome hasta los huesos.

Debo agradecer que dicho ataque no llegó a algo más, sin embargo no lo agradezco, ¿sabes por qué? Porque ninguna mujer debería vivir algo así, ninguna debería sentir miedo de salir a la calle, ninguna debería ser agredida por nadie.

Siento la mano de Madi deslizarse de arriba hacia abajo por mi brazo, pero eso no me hace sentir mejor.

—Char, sé que es difícil hablarlo, pero sabes que estamos aquí para escucharte —musita en un tono tranquilizador.

Levanto mi vista y la fijo en su rostro. Se nota preocupada.

—Sé que es así.

Ethan que se encuentra sentado a mi otro costado inhala —Charlotte, tú no tienes la culpa de nada de lo que sucedió.

De nuevo siento las lágrimas queriendo brotar de mis ojos —lo- lo sé —por alguna razón mi voz no funciona.

Chad sin pensarlo se coloca de pie, encaminándose hacia mí y sus brazos me arropan en un cálido y sincero abrazo. Madi se aparta para que él pueda sentarse junto a mí.

Cierro mis ojos y solo dejo que su abrazo me haga sentir un poco mejor.

—Char, estamos aquí para ti —me asegura sin dejar de abrazarme.

Mis brazos también lo rodean, respondiendo a su abrazo.

—Gracias.

Antes de que pueda evitarlo las lágrimas empapan mis ojos y los sollozos me invaden.

Percibo que Ethan también se une al abrazo y luego Madi.

—Te queremos mucho, pequeña —agrega Ethan.

Pasamos un momento en esa posición hasta que levanto mi cabeza y me separo del cuerpo de Chad, así el abrazo grupal se desintegra.

Con el dorso de mi mano limpio las lágrimas e intento sonreír —son los mejores amigos —comento e inhalo una buena bocanada de aire.

Madi apoya sus codos en la mesa que tenemos delante para poder mirarme.

—Todos para uno y uno para todos. Somos los cuatro mosqueteros.

Eso me hace reír —los cuatro mosqueteros.

Ellos estuvieron para mí el día que todo esto, ellos sin pensarlo llegaron a la policía y estuvieron apoyándome en todo momento. Aunque no les he dicho quien me atacó.

—¿Quién lo hizo? —me pregunta Chad y eso me hace mirarlo.

No sé si siento miedo o asco de decir quien fue la persona que intentó abusar de mí, lo cierto es que de solo pensar en como sus ojos brillaban por la lujuria de querer sentirme en él me produce náuseas.

Me trago la bilis, sintiendo como mis manos tiemblan —yo... no quiero hablar de eso —balbuceo, desviando mi mirada de Chad.

Él forza su mano en la mía —está bien.

Junto mis labios para evitar que estos tiemblen.

Ethan se levanta, acomodando se bolso en su hombro —Chad, es mejor que no preguntes nada más.

Chad asiente y sienta mi mano con cuidado —si, es mejor.

Cuando siento que Chad está apunto de ponerse de pie las palabras salen de mis labios con fluidez.

—Fue el chico de la cafetería.

Debía decirlo, debía sacar eso de lo profundo de mi interior. Yo no hice nada malo, él fue el que me lastimó, así que no puedo sentirme mal por algo que ya no hice.

Las miradas de todos se centran en mí. Hay un silencio absoluto entre nosotros.

Si, lo sé, nunca fuesen imaginado que alguien tan amable como ese chico tuviese pensamientos tan enfermos, pero así es.

—Es un hijo de puta —habla la voz de Madi para romper con el silencio.

—Pagará por lo que te hizo —murmura Chad.

Ethan por su parte deja caer sus hombros al tiempo que asiente.

—Pagará. 

El sonido que emite el timbre de la preparatoria nos indica que es hora de seguir con nuestra rutina escolar.

Si soy sincera la verdad es que hoy no tenía ni una pizca de ganas de venir a estudiar, pero mis amigos se tomaron el tiempo de ir a mi casa para que viniera y eso lo aprecio con toda mi alma.

Sin tener ánimos de seguir hablando del tema, cojo el bolso que descansa en la mesa en la que hemos desayunado y me coloco de pie.

—Es hora de seguir —comento, respirando hondo y sonriendo.

Todos los que nos encontramos alrededor de la mesa nos ponemos de pie y salimos con dirección al interior de la prepa. En ese momento mis ojos se encuentran con la persona que he querido ver desde que llegué esta mañana. Observo a Hades sentado en una solitaria mesa con la capucha del suéter negro que lo viste cubriendo su rostro.

Mis pasos se detienen.

—Chicos, sigan sin mí —informo, deslizando mi vista por mis amigos que me miran con extrañeza.

Intuyo por la forma en la que me mira Madi que quiere preguntar algo, pero en ese momento Chad la coge de la mano, obligándola a seguir con su camino.

Pasan unos cortos segundos cuando vuelvo a posar mi mirada en Hades. Hoy él va vestido completamente de negro, pantalones al cuerpo, una camisa negra debajo del suéter y botas del color antes mencionado con algunos adornos en plateado.

No puedo evitar que los latidos de mi corazón se aceleren y mis manos suden.

Guardo algunos mechones de mi rebelde melena detrás de mis orejas y aferrándome a la tira de mi bolso pongo en marcha mis pasos hacia su dirección.

Todas las personas a mi alrededor caminan hacia el interior de la prepa mientras que yo camino en sentido contrario.

Detengo mis pasos junto frente a él, él por su parte se encuentra escribiendo con desesperación en una libreta que descansa en la mesa. Me da tanta curiosidad que mis inquietos ojos se esfuerzan por leer lo que escribe con tanto espero, sin embargo no logro divisar nada, ya que con su otra mano cubre los espacios que quedan libres.

Abro mi boca para hablar, mas en ese momento sus ojos se alza, mirándome.

Por un momento todo a mi alrededor se detiene, apenas nuestros ojos se conectan un vacío se presenta en mi estómago y mi sistema cardíaco casi sufre un infarto. Su alborotado cabello negro cae por toda su frente, sus ojos azules intensos irradian un brillo que nunca había visto en ellos y la seriedad de sus fracciones es tan inexpresiva que por un momento me planteo que lo que estaba escribiendo en esa libreta era algo que lo enfurece.

Levanto una de mis manos, rascando mi antebrazo —hola —lo saludo.

Me esfuerzo por controlar todas esas emociones que me produce tenerlo tan cerca.

Él guarda el lápiz que sostiene en su mano dentro de la libreta y la cierra.

—Hola —responde, colocándose de pie y agarrando su bolso de la mesa.

Su voz suena frígida.

Escucharlo tan serio me hace bajar mis cejas.

—¿Estás bien? —esa pregunta sale de mí con naturalidad.

Sus ojos se apartan de mí, arreglando el bolso en su espalda.

—Si.

Mis dedos se unen por delante de mi cuerpo —quería agradecerte por ir por mí... —hago una pausa para tomar aire —el otro día y disculparme por lo que te hizo mi hermano.

Sus ojos vuelve a enterrarse en los míos, pero un estremecimiento de puro miedo me recorre todo el cuerpo. Me mira como si quisiera asesinarme.

—Escúchame, tú y yo no somos amigos, solo somos pareja de trabajo en historia —escupe, tensado los músculos de su mandíbula —. Si fui por ti, fue por lástima, y por los golpes no te preocupes, siempre me han encantado.

Una gran opresión en mi pecho me hace bajar la mirada, pero la elevo al instante para que no note que sus palabras me afectan.

—No es necesario que me hables de esa forma —lo enfrento con mucha más seguridad de la que me imaginé —. Solo quería venir a agradecerte y a dis...

—No me interesa no tus agradecimientos, ni tus disculpas —me corta sin suavizar la intensidad de su mirada.

Me quedo mirándolo por unos segundos y una risa sarcástica me abandona.

—De verdad que no te entiendo —confieso —, no entiendo que es lo que te sucede.

La seriedad sigue apoderada de su rostro.

—No te estoy pidiendo que me entiendas.

La opresión que antes sentía en mi pecho se convierte en un molesto ardor.

Aclaro mi garganta, sacudiendo lentamente la cabeza.

—Si crees que por tratarme así me moriré, estás mal, nadie se muere por nadie —replico con un tono de diversión. Aunque la verdad es que sus palabras me están escociendo el pecho —. De nuevo, gracias y disculpa.

Sin decir nada más me giro sobre mi eje y obligo a mis piernas a seguir a las personas que continúan entrando a las instalaciones de la preparatoria. Puedo sentir sus ojos clavados en mi espalda hasta que cruzo el umbral de la puerta.

Es un imbécil, un jodido imbécil.

La verdad es que me sorprendió que Hades fuese por mí el día que sufrí el ataque. Verlo arrodillado delante de mí con sus manos sosteniendo mi rostro al tiempo que la preocupación se apoderaba de su mirada me hizo pensar que después de todo si le importaba, que se preocupaba por mí; incluso llegué a pensar que me veía como una amiga. Pero hoy con unas cuantas palabras me ha demostrado que sigue siendo el mismo chico insensible que conocí hace unos meses.

He querido ayudarlo, he querido que vea esos pequeños detalles en las cosas, he querido que ame la vida por más jodida que sea, pero no, no he logrado nada de eso y en lo más profundo de mí duele.

Tenía que agradecerle por haber ido por mí ese día que lo llamé con la voz entrecortada y con las manos temblorosas, debía hacerle saber cuán agradecida me siento por no haberme dejado sola y a pesar de su respuesta me siento bien porque fui sincera en todo momento y después de todo agradecí algo que hizo por mí.

Sigo con mi camino hasta el salón donde nos corresponde ver nuestra siguiente clase, deteniéndome delante de la puerta y allí, parada una sonrisa rota se arquea en las comisuras de mis labios.

Por más que quiera no sentirme mal, lo hago.

—Vete a la mierda, Hades Bach —murmuro y aspirando una buena bocanada de aire abro la puerta del salón, adentrándome a este.

Aunque me he prohibido dejar que alguien me haga algún daño debo confesar que en estos últimos días todo en mí se ha hecho más pesado, más difícil y los pensamientos me han enfermado.

Por eso creo que las frías palabras que han salido de los labios de Hades me han afectado tanto.

Narrado por Aisha Rodríguez:

A ver, ¿cómo podría comenzar hablando de mí?

Podría decir que soy hija de padres latinos, desde los doce años vinimos a vivir a Estados Unidos para así conseguir ese futuro soñado, pero la realidad es mucho más cruel que cualquier otra cosa, así que después de unos años en este país mis padres se dieron cuanta que ese futuro soñado, era solo eso, un sueño. Luego de eso decidieron volver a nuestro país natal, sin embargo yo no compartí su decisión y opté por quedarme, ya para ese entonces era mayor de edad y con una beca logré aplicar para estudiar en una de las universidades más importantes del país.

Y entonces allí, en una clase de administración conocí a la persona que por un largo tiempo pensé que sería el amor de mi vida. Conocí a Seth Bach de una manera un poco peculiar, pero para mí ese fue el día mas importante de mi vida. Lo conocí cuando apenas cumplí los dieciocho, hoy tengo veintiséis años de edad y sigo pensado que él es el amor de mi vida, el problema es que yo no soy el suyo y eso es tan jodido, seguir esperando que esa persona que amas con todo tu corazón se dé cuenta que tú también necesitas que te ame.

Cuando lo conocí era un chico tímido, al que le costaba mucho hablar en público de cualquier tema, pero era tan inteligente que siempre lo motivé para que todos lo conocieran como el chico que podría lograr lo que fuese. Fuimos amigos por muchos años, incluso luego de la graduación seguimos siendo amigos.

Siempre fue muy reservado con sus cosas, pero cuando sus hermanos llegaron a vivir con él todo cambió, se convirtió en alguien indiferente, inexpresivo y distante con todos. En ese momento ya era su asistente y estaba feliz de estar ahí para él, no obstante su cambio fue tanto que luego de un tiempo sentí que ya no lo conocía, ya no era ese amigo que se preocupaba por mis sueños o la hora de mis comidas. Fue como si alguien fuese cambiado al Seth que conocí por una máquina sin emociones alguna.

No creo que su cambio se debiera a sus hermanos, sin embargo siento que debía dar un ejemplo. Quizás por eso cambió.

Estuve esperando por más de cuatro largos años que alguien me devolviera el Seth que conocí que esa clase de administración, pero eso nunca sucedió y ya no pienso seguir esperando. Muchas veces le pregunté que era lo que había cambiado, mas no obtuve ninguna respuesta, ni siquiera una pista.

Seth logró todo lo que un día soñó y con orgullo puedo decir que estuve en cada caída de ese arduo camino, lo ayudé lo más que pude, lo apoyé en cada decisión que tomó y nunca permití que se rindiera, pero eso no fue suficiente para que me amará así que después de caer en cuenta de eso decidí que ya era suficiente, ya no podía soportar seguir habiéndome daño por alguien que no le importó en lo más mínimo.

Ahora vivo en un pequeño apartamento en la ciudad, con pocas cosas y esforzándome día a día para volver a poner mi vida en orden.

Rubén deja en la mesa del comedor una taza de café y eso me hace alzar la vista.

—Gracias, querido —le agradezco con una sonrisa en mi rostro.

Su cabello castaño como el chocolate cae a un lado y sus ojos negros me miran.

—De nada, nena.

Rubén también es latino y también fue a la universidad conmigo y Seth. Ellos se la llevaron muy bien, y luego Seth cambió, y todo se fue por el retrete.

Le pedí a Rubén que hoy viniera a mi apartamento para no sentirme tan sola.

Mi amigo va hasta la cocina y coge una nueva taza, llenándola de café.

—¿Cómo va a la búsqueda de trabajo? —me pregunta.

No puedo evitar poner mis ojos en blanco al recordar que ya he ido a siente entrevista de trabajo y no he recibido ninguna llamada para comenzar a trabajar.

—Mañana iré a otra entrevista —contesto, tocando la taza que tengo delante.

Rubén se aproxima a mi altura, sostenido la taza de café a la que le da un sorbo.

—Ya es la octava —me recuerda al tragar.

Expulso todo el aire de mis pulmones —ya lo sé.

Él toma asiento a mi lado, dejando la taza en la mesa.

—Te irá bien.

Asiento —ojalá así sea.

Por un momento me quedo mirando a un punto fijo y en el proceso recuerdo las palabras de Nix.

«Vuelve a casa, por favor» «Tú puedes ayudar a Seth, eres la única que puede ayudarlo»

Para dejar de pensar en eso pestañeo, levanto la taza de café hasta mis labios y sin soplar le doy el primer trago. El líquido caliente y amargo quema mi lengua, rápidamente un gemido adolorido me aborda, cierro mis ojos y muevo la lengua para intentar calmar el ardor.

—¡Carajo! —exclamo, sintiendo mis ojos aguarse.

Rubén lanza una carcajada —ten cuidado —me aconseja con burla.

Abro mis ojos y antes de enfurecer lo que hago es reírme de mí misma.

—Siempre me pasa.

Hay un corto silencio hasta que Rubén vuelve a articular palabra.

—¿Cómo has estado? —cuestiona.

Apoyo la espalda en el espaldar de la silla —estoy bien.

Una de sus muy probadas cejas se arquea —ahora quiero la verdad.

Rubén me conoce mucho y por más que quiera fingir que todo está bien ambos sabemos que no es así.

Arreglo mis manos en la mesa, soltando un largo y ruidoso suspiro.

—Extraño a los chicos —confieso.

Cuando conocí a los chicos ellos fueron muy indiferentes conmigo, pero luego de un tiempo conviviendo con ellos pude crear una bonita relación con cada uno de ellos. Nix y Érebo son mucho más cercanos a mí que Hades, pero en lo más profundo de mi interior sé que el la persona más leal que he podido conocer.

Rubén le da un nuevo trago a su taza, mirándome con determinación.

—También lo extrañas a él.

Escuchar eso hace que un fuerte dolor se aloje en mi pecho.

Quisiera mirarlo a los ojos y con voz firme negar esa afirmación, ser tan fuerte de decir que no. Pero no, no es así.

Dirijo la mirada a la taza de café que tocan mis dedos, tratando de evitar el contacto visual con mi amigo.

—Estoy tratando de olvidar eso.

Lo percibo poniéndose de pie. Sus brazos me rodean con cuidado el cuello y sus labios besan mi cabeza al estar detrás de mí.

—Aisha, te puedo asegurar que eso nunca se olvida, así que es mejor resignarse y entender que esa personas jamás te amará —me aconseja nostalgia en su voz.


Sin tener otra respuesta a eso, asiento con mis cabeza.

—Tienes razón.

...

La tarde y parte de la noche se ha ido en charlas y risas entre Rubén y yo. Agradezco con toda mi alma tenerlo a él.

Soy una persona de pocos amigos, des que me fui a trabar con Seth dejé a un lado mi vida social para dedicarme exclusivamente a hacer un buen trabajo para él y ayudarlo en lo que pude, así que hoy en día solo cuento con la amistad de Rubén y la de los chicos, a ellos también los considero mis amigos.

Me despido de Rubén con un beso en la mejilla —gracias por haber venido —le agradezco con una sonrisa reluciente en mi rostro.

Él niega —no es nada, nena —contesta —sabes que siempre estaré para ti.

Eso me hace sonreír aún más.

—Eres el mejor.

—Si, lo soy.

Entre risas lo acompaño a la puerta de mi apartamento y allí me despido de él con un sutil movimiento de mano. Cuando su rostro se pierde entre las metálicas puertas del ascensor cierro la puerta y me dirijo a los desgastados muebles que decoran la pequeña sala del apartamento, ahí me siento.

Luego de un momento la soledad se comienza a sentir, es como si poco a poco ella te diera la bienvenida.

Para evitar comenzar a pensar cosas no tan gratas me coloco de pie y me encamino a los ventanales de la cocina que me muestran una hermosa noche estrellada, la gran luna llena termina de decorar el precioso cielo con su brillo.

Me quedo unos minutos ahí cuando el sonido de mi teléfono me hace apartar mis ojos del cielo. Deslizo mi vista a la sala que es de donde proviene el sonido.

Sin muchos ánimos me encamino a la mesita donde se encuentra mi teléfono y lo cojo. Veo el contacto que me llama y una sonrisa se curva en mis labios. Es Érebo.

—Pequeño Érebo —lo saludo al descolgar.

Del otro lado no hay respuesta hasta un largo momento.

—Aisha —logra decir con su voz entrecortada.

Lo imagino con sus manos temblorosas y su respiración acelerada.

—¿Qué pasa? —pregunto, sintiendo mi corazón acelerarse.

Por un momento solo escucho su descuidada respiración.

—Te- te necesito —suelta en un gruñido —maldita sea, te necesito como nunca imaginé necesitar a alguien.

Los nervios comienzan a apoderarse de mí.

—Érebo, escúchame —hago una pausa —si estás teniendo una sobredosis necesi...

—Mis brazos están todos ensangrentados —tuve que hacerlo... sentía que moría.

Antes de irme de la mansión le prometí a Érebo que lo ayudaría con su problema de adicción, él se negó, pero sabía que si podía ayudarlo. Luego me fui y... mierda soy una mala persona.

Cojo las llaves de mi auto que se encuentran en la misma mesita donde se encontraba mi teléfono.

—Voy para allá —digo con la voz temblorosa. —Si necesitas ayuda llama una ambulancia.

—Aisha, no puedo...

—Érebo —la voz de Seth lo interrumpe.

En ese momento la llamada se cae.

Era él, era su profunda, dura y firme voz.

Con mis manos en un manojo de nervios intentó una y otra vez llamar de nuevo a Érebo, pero no recibo ninguna respuesta de su parte.

Sin tener más nada que poder hacer me visto con un abrigo y salgo de mi apartamento a toda prisa, dirigiéndome a mi auto para conducir hacia la mansión.

Él va a estar bien, eso es lo que me repito una y otra vez en mi cabeza.

Narrado por Hades Bach:

Definitivamente alejarme de Charlotte es lo mejor para ambos y aunque quisiera decirle todo lo que me afecta sé que eso sería mi destrucción absoluta porque nadie puede entender todo lo que atormenta mi alma.

Hoy al salir de la preparatoria me fui a un club a bebe algo de alcohol, quería olvidarme de todo, pero al parecer eso no funcionó.

Mauricio detiene el auto frente a la casa, se baja del coche y abre la puerta trasera para mí. Me bajo y al hacerlo me tambaleó un poco por exceso de alcohol que corre por mis venas.

—¿Quiere qué lo ayude a llegar a su habitación? —inquiere al darse cuenta de mi estado.

Enderezo la postura de mi cuerpo.

—No.

Con pasos torpes me aproximo a las puertas de la mansión y automáticamente estas se abren. Al atravesarlas  escucho algo, pero no logro diferenciar que es así que arrastro mis pies hacia la sala de la casa.

No estoy preparado para la escena que mis ojos presencian.

Érebo se encuentra con sus brazos ensangrentados, sus pupilas se ven excesivamente dilatadas y su camisa está hecha añicos a un lado, sin embargo ver a Seth parado frente a él sin hacer nada hace que todo sea más confuso.

—¿Qué tipo de relación tienes con Aisha? —cuestiona la áspera voz de Seth.

¿Qué?

Noto que Érebo traga grueso.

—Vete a la mierda.

Las gotas de sangre que bajan por sus brazos aterrizan en la costosa alfombra que compró Seth hace una semana, pero eso a él no parece importarle.

—Te lo preguntaré una vez más. ¿Qué tipo de relación tienes con Aisha?

Érebo entrecierra sus ojos por un instante y al volverlo a abrir se ríe en la cara de Seth.

—Te lo repito. Vete a la mierda.

Apenas esas palabras lo abandonan un puño de Seth se estampa en el rostro de Érebo, haciendo que este caiga al piso.

En ese momento mis piernas reaccionan y sin pensarlo me interpongo entre los dos.

—¿Qué mierda, Seth? —le pregunto.

Érebo que se encuentra en el piso se remueve un poco al tiempo que una aguda carcajada estalla de su garganta.

—Eres un imbécil.

Seth se lanza sobre él, pero yo con mis manos logró detenerlo —¡cálmate! —grito, presionando mis manos en su pecho.

Con todas sus fuerzas me empuja y con lo marcado que me encuentro en aparta de su camino.

Toma a Érebo con sus manos y lo hace incorporarse.

—¿Qué puta relación tienes con Aisha? —insiste, esta vez con su voz más frívola.

Érebo lo mira a los ojos —Aisha es la mujer que me ayudó a estar sobrio por dos meses.

Eso parece enfurecer a Seth aún más. Un potente y nuevo golpe aterriza en la mejilla de Érebo, haciendo que su rostro gire con violencia. Él cae en el mueble que adorna la sala.

Me vuelvo a dirigir a Seth.

—Seth, lo vas a matar.
Su respiración es un desastre, las venas de sus frente y cuello se marcan y sus ojos están nublado por la ira.

Érebo entre quejidos logra incorporarse en el mueble —eres peor que Anteo —balbucea con su mejilla rota y con sangre en su boca —eres peor que él.

Tenía tanto tiempo sin escuchar ese nombre.

Esas palabras tocan cada fibra de Seth, lo noto en su mirada que de un momento a otro se torna dolida.

Temblándole las manos las levanta y las observa empapadas de la sangre de Érebo.

—No... no soy como él —tartamudea.

—Eres peor —replica Érebo.

Erebo sigue con su vista fija en sus temblorosas manos —¡cállate! —vocifera.

—Eres peor que el hombre que nos provocó heridas que nos marcaron por el resto de nuestras vidas..

Mis manos al igual que las de Seth comienzan a temblar y una puntada se instala en mi pecho al solo escuchar ese nombre.

—Érebo, calla —pido con un hilo de voz.

Seth sacudiendo su cabeza con exasperación comienza a caminar de un lado a otro.

—No soy igual a él, no lo soy —repite una y otra vez.

En ese momento David llega a nosotros, mirando a Seth.

—Señor, la señorita Aisha desea ingresar en la mansión.

Eso hace que Seth se pare en seco.

—No la dejen entrar —ordena con la voz aún temblorosa.

Su guardaespaldas hace un gesto de aprobación y desaparece de nuestras vistas.

Anteo, un nombre que por el resto de nuestras vidas nos afectará escuchar.

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Holaaa, Monstruas mías, ¿cómo están?


¿Qué les pareció este capítulo? A mí me parece que ya vamos conociendo un poco más a está familia.

Si les gusta esta historia me ayudarían dejando sus estrellitas y comentarios.

Recuerden que también me pueden seguir por mis redes sociales. Las espero por allá.

Nos leemos pronto. Las amo.


Perfecta Destrucción| Completa ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora