Capítulo 4

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Capítulo 4
Abigail.

Ya el aire se está agotando en mis pulmones y no puedo seguir. Me rindo. Quisiera seguir su paso, pero cómo demonios lo haré si este sujeto se ejercita todos los días, durante horas y horas, haciendo toda clase de ejercicios, lo cual no se puede comparar conmigo que llevo más de un año pagando una membresía en el gimnasio más exclusivo de la zona, el cual he visitado dos veces.

Me detengo y él ralentiza el paso cuando se da cuenta que me he detenido. Me inclino para buscar más aire para mis pulmones y me siento en la orilla de la acera.

-¿Suficiente? -creo que sí. Pienso y todavía sigo buscando aire.

-Demasiado diría yo -mi respiración es sofocada y levanto la cabeza para encontrarme con su mirada celeste. Está sonriendo y me está tendiendo su mano para ayudarme a levantar. La sostengo y me levanta rápido, como si no pudiera controlar su fuerza.

-Creo que fue un buen comienzo -me dice y está caminando despacio junto a mí.

-Espera. ¿De verdad piensas que fue un buen comienzo? ¿Un buen comienzo? -le grito y mi voz suena un poco exaltada sumado a los jadeos que me provocan el cansancio y la falta de oxígeno.

-Por supuesto. Ya luego podrás lograr un poco más -manifieta impasible.

-¿Tenemos más de dos horas corriendo sin cesar y me dices que es un buen comienzo? Esto es un holocausto a los pobres inocentes que no gozan de la virtud de ser seres atléticos, ni monstruos de los músculos - exclamo y mi voz está sonando algo cantarina y siento como mi respiración está volviendo a la normalidad, a pesar de que mis piernas tiemblan por el esfuerzo de mantenerme de pie. Él se está riendo a carcajadas y se ha detenido para disfrutar algo de lo que ni siquiera yo estoy consciente de qué es lo que le ha causado tanta gracia.

-¿Dos horas? -él sigue riendo fuerte y duro, mientras con sus dedos mayor e índice muestra un número dos. Su risa al igual que su voz, son graves, pero la primera no es tan atractiva como la segunda. Mejor que hable.

-Jordan. No soy tan graciosa. ¿De qué demonios te estás riendo? No soy un maldito payaso -mascullo y me estoy molestando en serio. Me está hirviendo la sangre, porque siento que se burla descaradamente de mí.

-Llevamos justamente treinta y dos minutos corriendo y sientes que han sido dos horas. Eso es digno de admirar la verdad, tu noción del tiempo es bastante extraña -su risa ha ido cesando, pero sigue carcajeándose.

-¿Treinta y dos minutos? -no lo puedo creer. Estos han sido los minutos más largos de mi vida. ¿Por qué no es así cuando pago una pequeña fortuna en un spa?

-Sí -me responde y todavía tiene esa tonta sonrisa que deja ver sus dientes. Él toma agua de la botella que trae consigo y me dan ganas de arrebatársela y beberla toda yo sola.

-¿No trajiste una botella? - iego con la cabeza y él me la acerca, invitándome a tomar de ella. La tomo y la alzo a lo lejos, manteniéndola a una distancia prudente de mis labios.

-No te sientas mal por esto. No eres tú. Es solo que si me voy a contagiar de herpes, espero que sea de una forma más... ¿Cómo decirlo? Más disfrutable y no con una maldita botella.

-Cuando quieras que sea de otra manera, pues ya sabes donde vivo -siento como se arrepiente de haber soltado sin pensarlo. Esa propuesta es tan candente, solo lo daña el tema de las enfermedades-. En fin, ya mañana tienes que estar preparada. Te prometo que será mejor que hoy -él cambia el tema rápidamente.

-Si sobrevivo -enfatizo.

-Sobrevivirás -declara.

-Hoy tenemos en la agenda ir a comprar algo de ropa. El viernes hay un cóctel. Debemos estar preparados para ese día, ya que conocerás muchas personas importantes allí.

FIGHTING ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora